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Los caminos con abismos
El coronavirus cambió la forma de ver al mundo.
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Jueves, 4 de Junio de 2020

El mundo arde, no solo por los efectos de la pandemia, sino por el comportamiento inapropiado de muchos líderes, que en vez de reflexionar ante la crisis y de aportar las dosis que se requieren para la mesura, la reflexión y la cooperación, parecen enfrascados en explosivas posturas que los apartan de los caminos y que profundizan los abismos.

Hemos visto que Maduro y Guaidó, se han acercado en medio del impresionante enfrentamiento político, para propiciar acuerdos humanitarios que permitan canalizar ayudas a los desamparados y desesperados venezolanos que se debaten en medio de la mas intensa pobreza, sin esperanza alguna para aliviar sus enormes necesidades.

Pero por otro lado vemos voces disonantes e incendiarias, que alientan el racismo, fomentan el individualismo y acrecientan las ideas de extrema para profundizar heridas y para generar desconcierto, desolación y desesperanza.

El mundo entero debe librar una cruzada para sacudir las conciencias, para procurar reflexión y para pensar efectivamente en los más débiles, que requieren ayuda, comprensión y salidas para su angustiosa crisis.

Si se profundizan las heridas, si de pronuncian los abismos, si se alejan los canales de comunicación, si se estimulan las guerras comerciales, si continúan los vetos, si no desaparecen las agresiones, el mundo estará en una carrera por la muerte, pues los más débiles pagaran muy caro esa incomprensión y esa dosis de locura desenfrenada, frente a la cual no se reflexiona y no se hace nada por contenerla.

El liderazgo tiene que surgir por la capacidad para unir, por el aporte para construir y por la eficacia de un trabajo en beneficio de la humanidad y de los mas necesitados.

Los quiero invitar a repasar las ideas expresadas por el nuevo arzobispo Primado de Colombia, Luis José Rueda, quien asistido en su investidura por ese nuevo formato de la humildad y la reflexión en medio del conflicto que vive Colombia, clama por la unidad de acción y por la comprensión de todos aquellos que son hoy víctimas del conflicto y que transitan en medio del abandono y de la inclemencia de los bárbaros que quieren imponer sus atroces prácticas para regodearse de sus banales propósitos.

En lo que he leído de esas entrevistas, me ha conmovido esa personalidad que desde la humildad de su ministerio, clama porque se actúe de otra manera y porque se persista en una salida lógica y enmarcada en la compasión de los que sufren.

Y surge el diálogo como única arma para auscultar las conciencias y para diseñar caminos que puedan unir, que puedan construir y que puedan estar en capacidad de atenuar el desastre.

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