La semana pasada la cotidianidad cultural de España se vio silenciosamente interrumpida por la publicación de una encuesta que, aunque a mi juicio era absolutamente trascendental, pasó ligeramente desapercibida a pesar de tener encriptado en ella el mapa del mercado editorial para los próximos 20 años. Un estudio generacional que no sólo nos permitió acentuar nuestros conocimientos sobre los hábitos de lectura de los Boomers, la Generación X y los Millennials, sino qué, más importante aún y la verdadera joya de esta investigación, nos regaló un vistazo generalizado sobre los lectores del mañana, la Generación Z, y vaya si nos dejó muchas cosas para cavilar estas navidades.
Lo primero que salta a la vista es que los lectores habituales tocan fondo en esta generación, tanto en hombres (48%) como en mujeres (54%), arrebatándole así el deshonroso último lugar a la Generación X (49% y 55%, respectivamente), pero sorpresivamente la tendencia se invierte en el público no lector femenino, quienes consiguen el mínimo histórico (13,2%) que hasta entonces ostentaban las Boomers (13,9%). Lamentablemente, con los hombres no lectores (21%) pasa lo contrario, pues su aversión a la lectura es igualmente compartida por los varones de la Generación X (21%), aunque ambos están muy lejos de la apatía sexagenaria de los Boomers (25%).
Igual de interesante es analizar sus géneros literarios preferidos, pues no sólo se consolida la tendencia bajista de la novela, tanto contemporánea (62%) como clásica (56%), frente a su preponderancia entre los Boomers (84% y 82%, respectivamente), sino que como respuesta a ésta otros géneros emergentes consiguen sus mejores números, tales como el relato corto (55%), los cómics (45%), la novela gráfica (44%) e incluso el manga (40%). Sorpresas como las que vemos en materia de temáticas donde por primera vez las mujeres (70%) están leyendo más fantasía que los hombres (68%), una supremacía que también está presente en los libros de autoayuda (62% frente a 59%) y la literatura erótica (51% frente a 37%).
Pero con lo que realmente las editoriales deben estar estrujándose los sesos son los factores que llevan a la elección de un libro, pues la portada de este se eleva como el motivo más influyente (68%), algo que era casi irrelevante para sus generaciones predecesoras, pero que tiene todo el sentido dada la naturaleza visual de chicos que crecieron con Instagram y TikTok. Las recomendaciones de amigos o familiares (67%), libreros (65%) y medios especializados (62%) siguen pesando mucho, mientras que las redes sociales (57%) y los influencers (51%) lentamente van escalando posiciones. Los grandes perdedores son las etiquetas de “clásico” (46%), “best-seller” (50%) y “premiado” (47%), las cuales ya no les consiguen atrapar como a sus mayores.
Finalmente, aunque todos quisieran leer más (ellas un 53% y ellos un 30%), la lectura (55%) se ve inapelablemente superada por otras actividades más atractivas en el ecosistema de la economía de la atención, como las redes sociales (85%), la televisión (83%), el streaming (77%), la música (71%) o incluso la radio en directo (68%). Un panorama que se dibuja complejo y altamente desafiante.
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