Colombia está llena de malos hijos. Hay unos que abandonan a sus padres y otros que hacen lo posible para provocar problemas o para meter a su patria en la grande, sin pensar en las consecuencias de toda clase entre las que se encuentran la pérdida de millones de vidas y la destrucción de la infraestructura cuya realización ha demandado ingentes recursos y muchos esfuerzos económicos y laborales.
Los malos hijos son de toda clase. Hay unos que incumplieron su palabra y regresaron al monte para tratar, con mucho optimismo, tratar de destruir nuestra democracia e instaurar, Dios nos libre, un gobierno similar al que tiene aguantando hambre a los venezolanos, que pasaron de ricos a limosneros en un segundo, gracias a régimen izquierdista que reemplazó la democracia. Un grupúsculo, encabezado por Iván y sus bandidos, incluyendo narcotraficante ciego que apareció en una foto con poderoso fusil anunciaron que son el reencauche de la vieja guerrilla fundada por Tiro fijo, faltando gravemente a la palabra que habían empeñado cuando firmaron la paz y contribuyendo con su actitud a la campaña electoral de la extrema derecha.
Otro mal hijo, quien lo creyera, es un exmandatario que ha ofrecido dedicarse a sus nietos, pero que anhela ser igual a viejo dictador africano que acaba de morir a los 93 años, después de acabar con la economía de su país y gobernar con mano de hierro por cerca de medio siglo. No le ha importado mandar en Colombia durante más de veinte años y está dedicado a fomentar el odio, sentimiento que es muchísimo más peligroso que el amor.
Los colombianos afrontamos peligroso enfrentamiento similar al que originó en el siglo 19 la llamada Guerra de los mil días, que dejó como saldo la pérdida de muchas vidas, la destrucción en varias regiones y un odio que luego se manifestó en la llamada “violencia” en la que perdieron la vida muchos compatriotas, algunos de los cuales se enfrentaron a machete durante varios días.
El odio, lo he dicho varias veces, no conduce a nada bueno. Sobre todo en este país, donde no se necesitan mayores argumentos para recurrir a las vías de hecho. Por eso quienes predican el odio están buscando que el país del sagrado corazón vuelva a las andadas y regrese a la época que no se podía usar una corbata roja porque era más peligroso que andar en bicicleta o hablar por celular en la calle: se corre el riesgo de ser víctima de los ladrones. GPT