La Constitución de los Estados Unidos de América se sustenta en el convencimiento que la ciudadanía debe tener siempre control sobre el Estado, a que la historia muestra que si se permite a un Gobierno abusar del poder, lo hará todas las veces, llevando el país a la autocracia y la dictadura. Por eso, principios como que ningún funcionario del Estado podrá estar sin control, que la imposición de impuestos debe estar reglada, que el poder legislativo debe actuar como supervisor del ejecutivo, que el federalismo restrinja la concentración centralista, son algunas de las bases constitucionales que materializan ese convencimiento para que el Leviatán estatal siempre esté encadenado.
Y solo en este convencimiento se entienden normas como la venta libre de armas; la ciudadanía debe poder armarse para defenderse de las armas de un gobierno tirano. Esta paideia hizo de los Estados Unidos el país más importante del mundo, aun hoy a pesar del ataque progresista interno que ha querido vender la idea de la “necesidad” de un estado más intrusivo en el tejido social. La sociedad europea del bienestar es un caso único dado en condiciones no repetibles de demografía, destrucción de posguerra y la ayuda estadounidense, aunque muchos, sobre todo la izquierda la vende como un modelo a imitar.
El estadounidense es consciente en prevenir que el Estado se meta más de lo debido en los asuntos privados. En el gran debate ético que hoy se da en los Estados Unidos sobre el alcance de la edición genética, los científicos han buscado la autorregulación para evitar la injerencia del estado limitando aún más la libertad individual. Y la libertad individual implica la libertad económica que solo se puede dar en la economía de mercado y en el derecho al desarrollo, la libertad religiosa y todas cobijadas bajo el principio de la ley, una justicia despolitizada y democrática en el sentido liberal del término, no en su variante patológica socialista.
Los Padres Fundadores de los Estados Unidos eran emigrantes de una Europa llena de déspotas, de estados leviatanes sueltos que solo producían pobreza y muerte, por eso su objetivo central era evitarlo en esa nueva tierra. Vivimos una época en que América Latina navega en la corriente socialista jurásica de base estalinista-castrista, mientras Estados Unidos, aún hoy, es el líder del pelotón del desarrollo. Ellos desconfían del Estado, aquí lo ensalzamos. Ellos lo reprimen, aquí lo llamamos a intervenir. Ellos controlan la colocación de impuestos, aquí dejamos que pidan y pidan sin importar el daño al desarrollo. Es más, el gobernante es quien dice “cuanto necesita” y la ciudadanía mira como espectador pasivo. Estados Unidos en la sociedad humana es una flor única, pues Europa siempre ha jugado con el socialismo aunque el desarrollo económico alcanzado los vacunó contra el estatismo. Tal vez los tigres asiáticos y Oceanía son hoy los discípulos aventajados del modelo gringo, principalmente Corea del Sur, Australia y Singapur.
Ojalá, Estados Unidos, pueda volver al cauce de las fuentes originales de sus padres fundadores y sea una vez más una guía para un mundo libre y en progreso. Y que abandonemos de una vez las contradicciones. Los países comunistas como Rusia y China son grandes contaminadores pero el ambientalismo es de izquierda; la mujer en países socialistas no llega al poder, pero el feminismo es de izquierda; la guerrilla, incluido el Che Guevara fusilaba a los homosexuales quienes todavía son perseguidos en los países comunistas, pero el movimiento LGBTI es de izquierda; la libertad de prensa es perseguida en los países socialistas, pero la prensa es de izquierda. Los déspotas hablan de paz y justicia, como es el caso de Maduro en la “paz total” en la Colombia de hoy. Parece que lo único distribuido equitativamente es la tontería en esta época de “irracionalidad orgullosa”.
El modelo social exitoso en la sociedad humana es la democracia liberal, pero la gente aspira al socialismo.