Varios columnistas de prensa, algunos bien veteranos, como uno que está llegando a los noventa años bien vividos, están felices porque creen que, al fin, la juventud está llegando al poder. Pero eso no es tan cierto: se recibe con alegría el posible nombramiento de ministros menores de cuarenta años en el gabinete del presidente Iván Duque pues se dice que será el relevo generacional de la desprestigiada clase política. Pero ese relevo ya se ha hecho: en ocasiones dio buenos resultados y en otros no, pues el problema con los altos funcionarios no es por la edad sino por capacidades.
Ejemplos sobran para probar que lo que se necesita en los ministerios es gente capaz y no recomendados de los políticos. Y la edad no es factor que determine la capacidad. Ha habido ministros de menos de treinta años, como Luis Carlos Galán, y otros bien maduros, como Darío Echandía. Dos liberales bien diferentes y con propósitos distintos. Y con resultados también disímiles. En ambos casos, la edad no determinó los resultados, como lo dice la historia, el juez inapelable del comportamiento humano.
Habrá que esperar, en primer lugar, los nombres y después, los resultados, que ojalá sean buenos para beneficio de todo el país. No quiero decir que todos los jóvenes son buenos ni que todos los viejos lo seamos. El problema no es de calendarios. Lo que se necesita es gente que conozca los temas y no llegue a improvisar solo para darle gusto a quienes quieren ver caras nuevas en los carros oficiales. Y a pesar del repudio de los dueños de la nómina debo señalar que los viejos también tenemos derecho a ocupar ministerios y altos cargos. La demostración de que lo que necesita Colombia es la lista de realizaciones del presidente Juan Manuel Santos, un mandatario calumniado cuyo mayor pecado fue rodearse de desleales y no conseguir buenos consejeros, los viejos de la tribu, como se acostumbra en otras civilizaciones en las que se consulta primero la opinión de los mayores.
Aquí vivimos a la penúltima moda. Ahora dicen que el nuevo presidente es el más joven de la historia. Falso. Lo fue el general Santander a los 27 años. Y el más viejo fue Sanclemente, un anciano de 86 años que no podía subir a Bogotá. Claro está que fue mejor el primero, pero los mandatarios colombianos no han sido, en su mayoría, unos pollitos. Con una característica: tenían experiencia en cargos públicos, algo que no ocurre en el caso de Duque, que no ha sido concejal, alcalde, gobernador o ministro. Un novato, como se diría en ciclismo. Por esa razón tengo mucho temor de que el verdadero mandatario sea su mentor, el presidente Uribe, quien prepara su regreso al poder.
GPT