Según autoproclamados expertos en maltrato animal, la protección de los mismos está garantizada en todo el territorio nacional, los inspectores de policía tienen el deber de atender los llamados que haga la ciudadanía respecto a faltas contra los mismos; y las personas tienen la obligación de respetarlos y no causarles ningún tipo de daño. Sin embargo, como en otros temas, los teóricos se equivocan al no tener en cuenta la variable ‘realidad’ en sus cálculos.
Colombia es un territorio soberano en el que nada funciona como debería. Ejemplo de esto es la situación de los animales. Por una parte tenemos a las personas que exceden en cariños a sus mascotas y les compran artículos de belleza como laca para el pelo y demás; y por otra encontramos a aquellas que no se conmueven con su sufrimiento ni sienten ningún tipo de empatía por ellos. Ambas formas de relacionarse con los animales son extremos y no favorecen el comportamiento humano de ninguna manera. Evidentemente, a quienes no puedo tolerar es a los que hieren a los animales, a los que los golpean y abandonan causando un problema social mucho mayor que el del excesivo amor.
Por eso, hay personas como Juan Carlos Losada, representante a la Cámara de Representantes, que tratan de cambiar la situación más problemática respecto a los animales. Esta corporación aprobó en primer debate un proyecto de ley que busca responsabilizar a los agresores de animales el pasado martes 24 de marzo. Aquí se especificó que las personas que atacaran animales pagarían multas que van desde los cinco salarios mínimos hasta los sesenta, es decir, la vida de un animal oscila entre los tres y los cuarenta millones de pesos.
Todos sorprendidos y maravillados por la votación unánime que recibió el proyecto, y por la acogida de todos los partidos del mismo, todos ciegos. Lo importante esta legislación naciente no es lo que de ella se dice, sino lo que no. La situación de la iniciativa expone la situación general penal colombiana, ya que allí se mencionan asuntos como el hacinamiento carcelario y la situación infrahumana que viven los reclusos del país; y se utilizan como razones para hacer figurar el maltrato animal como un asunto menor que no merece penas que incluyan cárcel.
Además de lo anterior, los defensores a ultranza del proyecto sostienen que la aprobación final de la ley sería el primer paso de muchos a alcanzar en la lucha contra el maltrato animal. Primer paso de muchos (?) es una frase que se ha escuchado mucho en Colombia cuando se trata de dejar las cosas en el olvido después de unos buenos escándalos mediáticos. Si bien estoy de acuerdo en crear un tipo penal que se llame maltrato animal -como se espera en el proyecto de ley 087- que permita dar un mayor estatus a los actos que dañan a los animales (urbanos y rurales), lo que no creo pertinente ni necesario es reconocerle derechos constitucionales a los mismos. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, antropomorfizar a los animales no sólo nos hace daño como sociedad al ampliar el margen de acierto y error dentro de las costumbres ‘civilizadas’, sino que los convierte en blanco de mayores violaciones. Es simple, a mayor visibilidad, mayor vulnerabilidad.
Si trasgredimos el límite de la definición de animal, y nos vamos a cualquiera de los extremos mencionados al inicio de esta columna, no vamos a conseguir respetar la vida de los animales en todo el territorio nacional, sino ahondar las estructuras de maltrato y dominación que durante siglos se han ejercido hacia los mismos. Considero que no debemos tratarlos como humanos, ni como cosas. Ni derechos ni deberes, ni golpes ni abandono.