Salió la más reciente tasa de desempleo, al alza, y los técnicos siguen desconcertados. El disparo del gasto público, que inicio después de la Constitución de 1991, en particular a partir del gobierno de Ernesto Samper. Samper no se “paro en gastos” para mantenerse en la silla presidencial, como lo refleja el que los índices de la economía legal siguieron a la baja, mientras que los de la economía del narcotráfico se disparaba. En los ocho años de Juan Manuel Santos, vecino del Chicó con el anterior, el tamaño del gasto alcanzó niveles de riesgo a la democracia liberal, vía crecimiento brutal de la deuda, cuando claramente los poderes públicos, a pesar de la oposición ciudadana, optó por convertir esa nebulosa del 91 llamada Estado Social de Derecho en una economía de tendencia estatista y anti desarrollo, para justificar el gasto. Esa política de gigantismo burocrático, cuyo sólo tamaño invita a la corrupción, de penetración del Estado en todas las actividades privadas, y de ideologización de lo social, aquí como en Venezuela o en Argentina o en Nicaragua, conlleva a la perdida de la base empresarial del desarrollo, cuando la empresa se convierte, por un lado, sólo en un lugar de “lucha contra el desempleo”, con una legislación laboral que convierte al empleado formal en un privilegiado prácticamente inamovible, y por otra, convirtiéndola en una especie de organismo huésped del parasitismo fiscal, que no tiene límite de crecimiento. Mencionaba en columna anterior, que modernos estudios de econofísica, muestran que el comportamiento de índices como el desempleo, que miden sistemas complejos, no reacciona de inmediato a medidas anti desarrollo, sino que acumula presión hasta que, pasado un punto crítico, precipita en una caída desconcertante. Y después de llevar a cabo años esa política anti desarrollo, me desconcierta que los técnicos se desconcierten del crecimiento sostenido de la tasa de desempleo, hoy con daño estructural, y no como una medida de coyuntura, como los técnico-políticos lo muestran. Y vamos a meter dos mil empleados mas a la Contraloría General de la República, para luchar contra la corrupción; esto es idéntico, a que una persona fumadora sea diagnosticada con cáncer de pulmón, y el médico le recomiende subir el consumo de cigarrillos, pero de otra marca. Pero siempre hay una solución mágica: cambiar el indicador. Ya debe haber en camino un estudio econométrico “dirigido”, que sustente este cambio en la medición del indicador. El subdesarrollo cae fácil en el ridículo trágico.
Igual sucede con la tasa de cambio. En la medida que la economía interna es más débil ante el comercio internacional, en esa medida absorbemos las coyunturas externas de manera inmediata y con impacto sísmico. La política anti desarrollo, es como una especie de juego de suma cero; lo que Usted haga por desincentivar el desarrollo económico, incentiva el subdesarrollo, y no en una relación lineal, sino, otra vez, como sistema complejo, con efecto amplificado. Colombia cayó en la trampa de pobreza, soportado en una política de subsidio e ideologización de los pobres, de la mano de una ausente jurisprudencia económica de defensa del desarrollo; Colombia pasó el umbral de no retorno de una política donde el Estado es el gran usurpador de la riqueza, que la convierte en subsidios de impacto social mediato, y en burocracia inepta y auto justificante, mientras condena a los pobres a ser rehenes de los políticos. Y me desconcierta que nuestros analistas se muestren desconcertados por el disparo de la tasa de cambio, así como por el bajo crecimiento del PIB, o el aumento del índice de gini.
En un reciente artículo, precedente de su próximo libro, Fukyama llama la atención sobre el nuevo tribalismo, que agrupó a la sociedad en especies de tribus individuales, justificadamente peleando por sus derechos a la inclusión plena. Aquí están los ambientalistas, las minorías étnicas, la comunidad lgbti, entre otras, grupos que a la caída del bloque soviético y su monumental fracaso económico, la izquierda quiso acercar para que jugaran el mismo papel que desapareció cuando la teoría de la economía de estado, sólo trajo miseria. Porque la izquierda siempre se ha opuesto a la creación de riqueza, argumentando su inadecuada distribución. Pero, lo he escrito infinidad de veces, para hacer un desarrollo sostenible, primero, y por eso va de primera, se debe plantear un desarrollo de creación de valor (algo en lo que la burocracia pública es experta en destruir), para simultáneamente buscar su sostenibilidad. Pero cuando la ideología de estado es contraria al desarrollo, sólo se logran las nomenklaturas (grupos de poder absoluto) que se dieron en la Unión Soviética, y hoy se dan en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Me desconcierta que haya colombianos que apoyen esta visión económica del estado como supremo dador, y que después de desconcierten porque cada vez ven más subdesarrollo. En ideología, la racionalidad no es un valor, es el enemigo.