Mentira. En el país no hay una polarización, hay una mayoría del país opuesto al proceso de paz de Santos con las Farc, a la desinstitucionalización que implicó este acuerdo interpartes, pero con afectación general, a la descarada corrupción eufemísticamente llamada “mermelada” utilizada para “legalizar” ese acuerdo contrario a ciudadanía, a la creación de una economía asistencialista y a la profundización del carácter extractivo de la misma, además de la recentralización del país, todo para colmar la vanidad de un soberbio. Nos dicen que el plebiscito mostró un país dividido a la mitad, cuando el Gobierno utilizó todo su poder corruptor para impulsar el sí; o nos dicen que el presidente tiene un 20% de aprobación, sin mencionar que esa cifra se da en uso y abuso del poder. El país no está polarizado, está mamado en su gran mayoría.
Falacia. La democracia debe incluir a todos. Claro, a todos los que crean en la democracia liberal de tres poderes independientes en el que ningún funcionario esté sin control, libertad individual incluyendo libertad económica que se refleja en economía de mercado, Estado al servicio de ciudadano y rotación política, con respeto constitucional absoluto. Por alguna razón graduamos de demócratas a los socialistas del siglo XXI, a los marxistas, a los procubanos y a toda esa caterva de fundamentalistas de la lucha de clases y de la producción centralizada, con toma del poder permanente. Se pueden disfrazar de ambientalistas, sector al que se están pasando todos los radicales de todas las tendencias, luchadores contra la corrupción sin denunciar el “sistema”, defensores del “Estado de derecho” versión mamerta o de la “paz”. Los que hoy tildan de retrógrados o cavernarios a sus opositores, y se autoproclaman liberales o progresistas, son los que defienden teorías de la Guerra Fría que ya mostraron su incapacidad de dar una mejor sociedad, descreen del poder ciudadano al proclamarse defensores de los pobres, como en los siglos pasados lo hacían, déspotas y papas, que hablan de enfocarse en el campo cuando el mundo se tornó urbano, que respetan el fundamentalismo islámico o judío, pero reniegan de lo cristiano; son dinosaurios posando de aves modernas. Es hora de defender la democracia de quienes quieren hacerla trizas, usando los mecanismos de la democracia como lo hizo Hugo Chávez en Venezuela. El progreso es la defensa de la libertad humana de todo tipo de fundamentalismos.
Falacia y posverdad. Nos dicen que el empresariado apoya la democracia liberal; en realidad, los empresarios en Colombia buscan lograr rentas de un Estado extractivo, por eso defienden la actual institucionalidad y apoyan cualquier aventura política con tal de defender sus privilegios. Un botón basta de muestra y los demás a la camisa, decía Sandro. Los empresarios nacionales y extranjeros dueños de medios de comunicación en Colombia, pusieron los medios al servicio del acuerdo Gobierno-Farc, sin reticencias y condenando a la hoguera a todos sus contradictores, botando a la basura cualquier objetividad periodística. Y volvieron héroes a mamertos de la oligarquía bogotana como Felipe López, Enrique Santos Calderón y Daniel Samper, entre otros.
Posverdad. Y mencionan que Colombia no tiene riesgo de caer en las manos del socialismo del siglo XXI, cuando todos los poderes del Estado están infectados de ese modelo. Solo basta oír frases axiomáticas como “el Estado necesita recursos”, “los subsidios directos reducen la pobreza”, “los maestros somos progresistas y estamos contra el modelo económico”, “hay que acatar la justicia así se equivoque”, “(la pérdida de institucionalidad) es un pequeño precio por la paz”, y un largo etcétera que los medios repiten sin cesar, algunos como idiotas útiles (en particular, en el caso de periodistas) y algunos (empresarios de medios) para seguir en la rosca-país. Ese pensamiento “progresista” anida ya en la justicia, los educadores, los columnistas y muchos funcionarios públicos. El castrochavismo es como un virus que inocula todos los tejidos sociales hasta hacer metástasis. Ya estamos infectados. La vacuna: la democracia liberal. Es un antídoto escaso en estos días.