Quizá como nunca antes el sector agropecuario nacional tiene el doble compromiso de lograr niveles competitivos que eviten el ingreso de las casi diez millones de toneladas de alimentos que actualmente importamos todos los años y propender en paralelo por hacer de esta una actividad ambientalmente sostenible.
La agricultura comercial en Norte de Santander tiene quizá en el café su más representativo cultivo, como quiera que inclusive Salazar de las Palmas se reconoce nacionalmente como la cuna de la caficultura colombiana. Lo anterior sin perjuicio de reconocidos esfuerzos en cacao, cebolla, caña panelera y recientemente con mucha fuerza se viene posicionando el cultivo de palma de aceite y su transformación con valor agregado.
En ese sentido, hace el gobierno esfuerzos por promover una agricultura responsable, es decir que interprete la vocación de los suelos, el recurso hídrico, la realidad de los mercados y el equilibrio social de quienes trabajan la tierra. Rápido menciono aquí los trabajos que sobre los valles del Zulia y Pamplonita hacen en ese campo instituciones tan serias como El IGAC, CORPOICA o el Fondo Adaptación. De lejos la zona del departamento más estudiada.
En todos ellos se reconoce la importancia del arroz como ejemplo de la consolidación de nuestra fortaleza agrícola, como quiera que casi el 90 % de las mejores tierras del departamento están dedicadas a ese cultivo. Sin embargo coinciden también allí sobre los riesgos de la ya crónica mono dependencia del cereal, la falta de cultivos alternos, la inmensa demanda del recurso hídrico y las inconvenientes prácticas de preparación de suelos. Plantea cada uno de los institutos diferentes apuestas, todas tendientes a abrir el abanico de lo que allí se cultiva – incluida por demás la ganadería– como elemento que garantice un futuro sostenible de esas 45.000 privilegiadas hectáreas. El suelo comienza a mostrar las consecuencias de muchos años de explotación y reclama complementariamente alternativas que refresquen las bondades con que la naturaleza lo dotó.
Es por los comentarios arriba expuestos, que llama la atención el anuncio sobre la construcción de un nuevo molino de arroz – cuya inversión total supera los 20.000.000.000 de pesos - que se sumaría a los catorce ya existentes en el área metropolitana de Cúcuta y que dicho por sus propios dueños; trabajan a media máquina o inclusive menos.
Hago en consecuencia un llamado a las diferentes instancias del estado para que apliquen acciones de política pública sectorial consecuentes con los resultados de los estudios de sus instituciones y si en estas se advierten claramente los límites que un cultivo como el arroz tiene, no fomente infraestructura que de acuerdo a las evaluaciones, está más que cubierta.
ASOZULIA debe ser la primera en identificar y acatar las conclusiones y recomendaciones de las instituciones involucradas, entre otras cosas porque fueron ellos los que solicitaron tan costosos pero necesarios exámenes. Sin agua no hay arroz que “cuaje”.