Desconocido parlamentario derechista, fruto del bolígrafo del expresidente Alvaro Uribe, presentó proyecto de ley destinado a acabar con la libertad de cátedra y la implantación, en su lugar, del confesionismo conservador que en otras épocas, que creíamos superadas, mandaron en la Colombia inmortal, que por lo visto, no aprende las lecciones del pasado, como ocurre en otras latitudes.
El congresista de marras, de cuyo nombre no quiero acordarme, propuso que en adelante, si el Congreso lo aprueba, será delito enseñar algún tipo de ideología no aprobada por el gobierno, como si estuviéramos en Cuba, Rusia o la Alemania de Hitler. De inmediato, los maestros agremiados señalaron que la iniciativa es peligrosa, nos retrocede en el tiempo y nos coloca a la altura de dictaduras de todos los pelajes, como la Venezuela de Maduro o el Chile de Pinochet.
La idea de los maestros colombianos, que se mostraron sorprendidos por el fondo del proyecto, que nos retrocede en el tiempo a las épocas del extinto laureanismo, cuando era delito pensar y sobre todo, actuar contra el régimen, es la de enseñar a sus alumnos a funcionar según su criterio y tomar sus propias decisiones, por lo cual consideraron que la iniciativa derechista “condena a los estudiantes a la ignorancia”.
Recuerdo que en mi juventud cuando estudiaba con los hermanos cristianos, era obligado a escuchar los discursos del presidente Laureano Gómez y los himnos de la falange española y del nazismo alemán, algo que quiere volver a implantar el parlamentario derechista.
Entre tanto, el gobierno derechista que nos cayó en fortuna, está dedicado a tratar de amargarle la vida al presidente Nicolás Maduro, por instrucciones del exótico mandatario de Estados Unidos, Donald Trump. Se trató de repartir toneladas de comida y de drogas, como si en Colombia sobraran y no hubiera necesidades en Guajira, Cúcuta y las grandes ciudades, donde hay miles de colombianos sin trabajo y aguantando hambre. El reparto fue un fracaso y concluyó con la ruptura de relaciones entre Bogotá y Caracas, menos grave que lo que ha podido ocurrir: un conflicto bélico en que podemos llevar la peor parte.
La ayuda a Venezuela, que nunca nos ha apoyado con comida y drogas, lo mismo que el proyecto contra la libertad de cátedra, la candidatura del canciller Carlos Holmes Trujillo y los insultos contra la oposición, muestran que el uribismo piensa que, como ocurrió a principios del siglo XX, el conservatismo se atornillará en el poder y elegirá los próximos presidentes de la República, como ocurría en tiempos del presidente Rafael Núñez.
Además, a los síntomas preocupantes de las intenciones hegemónicas de la derecha hay que sumar otro tema que produce intranquilidad: el presidente Duque ha designado a historiador cuestionado para dirigir los estudios sobre la violencia partidista, que arrojó más de 300.000 víctimas, que es como si en Alemania hubieran designado para ello a un seguidor del nazismo. Tocará esperar para saber que piensa el expresidente Alvaro Uribe, el verdadero poder tras el trono. Lo obvio sería que el liberalismo y la izquierda hicieran estudio alternativo sobre lo ocurrido en Colombia para saber la verdad. Infortunadamente, el que fuera el partido de las ideas no está en las mejores manos. GPT