Leyendo la página web de La Opinión el pasado jueves 19 de julio de 2017, encontré que el tristemente célebre Diosdado Cabello justifica la militarización de la frontera, ante “el abandono de Colombia”, que ha permitido todo tipo de crimen organizado; lo que no dice Cabello es que uno de esos grupos, es el cartel de los soles. Reaccionan ante la llegada del nuevo gobierno colombiano, lo que suena más bien como un “refuerzo” a la frontera para que siga la realidad actual, de expansión del negocio del narcotráfico, que de ganar legalidad. Esta será una de las consecuencias del apaciguamiento de Santos ante las farc y Maduro.
El problema es más grave hoy, pues después del gobierno Santos se reforzó la quinta-columna interna pro-madurista, que hoy tiene en cortes, parlamentarios, funcionarios y periodistas, “progresistas” que están dispuestos a decir que el problema es una consecuencia de la elección del presidente Duque.
He escrito, que una frontera de 2200 kilómetros (con los 400 más dinámicos de ellos en Norte de Santander), con un estado fallido y amigo de muchos gobiernos terroristas, debe contar con un esquema militar propio. Es imprescindible que en la ciudad se establezca un comando conjunto de las fuerzas militares, que cuente con una división del ejército, una base aérea y una brigada de infantería de marina, así como una central de inteligencia conjunta. Los terrenos para este comando los darían los gobiernos locales y/o el gobierno regional. Cuando en Cúcuta más del 80% de la población votó por la propuesta de Iván Duque, lo hizo con plena conciencia que había que cambiar la política bobalicona del apaciguamiento, que solo refuerza a los enemigos, por una de seguridad y legalidad real, por lo que ese cambio de política fronteriza es una exigencia de sus votantes. Venezuela es hoy el mayor reto multifactorial del país.
Pero sabemos por la historia, que la sola actuación militar es una solución coyuntural, porque la estructural conlleva la acción de todo el estado. El gran foco de inseguridad es el Catatumbo, una región qué con el Chocó, son los grandes abandonos históricos del estado colombiano, que el gobierno Santos regaló a la insurgencia. Por eso, recuperar el Catatumbo pasa por realizar la doble calzada marginal del Catatumbo, que le permita a esa región acceder a alguna forma de desarrollo, que no dependa de la violencia y el crimen organizado para sobrevivir. Será un proyecto que tiene que realizarse por seguridad nacional y no con parámetros de validación financiera, y contará con todo tipo de enemigos que saben que ese sería el principio del fin del Catatumbo como frontera judicial. Y su construcción será una obra épica, pues todas las violencias la querrán evitar.
Y hay que fomentar el desarrollo en Cúcuta, ahí si con proyectos con validación económica y financiera, además de alcance estratégico, que den las bases para la creación de riqueza. Me atrevo a proponer algunos que se enfocarían en lo que podría llamarse un programa de desarrollo de las cuatro i: Institucionalidad, Infraestructura, Integración e Internacionalización. La integración se refiere a lograr logística competitiva con el resto del país, quedando por lograr la binacional, imposible hasta tanto haya cambio de régimen. La Internacionalización es que Cúcuta deje de depender sólo de Venezuela y pueda integrarse en el subcontinente. Para eso es precio desarrollar infraestructura. Los proyectos serían: el tren al Magdalena medio, con posible salida al pacifico chocoano pasando por el Urabá antioqueño, que daría al área metropolitana una visión de ciudad logística, y la conexión al sistema nacional de transporte de gas natural, también imperativo competitivo, que solo depende de voluntad política. Cúcuta com
o zona especial del mercado financiero, sería uno de los soportes a la nueva visión de ciudad, en una región singular del país.
Estos proyectos los debemos desarrollar en detalle y con técnica en la región, para proponerlos al gobierno nacional, y no a través de los gobiernos locales o el regional, sino con la sociedad civil. No nos van a hacer nada gratis.