Para incrementar y fortalecer sus escaladas, o las operaciones propias de la guerra, las Farc montaron la estrategia de “la combinación de todas las formas de lucha”. Era acudir a la diversidad de recursos al alcance de la subversión para enfrentar al enemigo, que estaba representado en el Estado y al cual se buscaba diezmar en lo militar y en sus otras estructuras institucionales para abrirle espacio a presunta revolución enarbolada y propuesta como meta de cambio a fin de alcanzar la justicia social, colectivizar los bienes públicos y superar el tomentoso abismo de la pobreza. La gran utopía, rechazada, claro está, por el establecimiento y sin suficiente asimilación popular.
Contra “la combinación de todas las formas de lucha” se alzaron las voces del oficialismo. Se dijo que era una consigna perversa, con la cual se buscaba desmantelar el país de “lo construido con tanto empeño”. La estigmatización le asignaba a la desafiante pretensión un alcance diabólico de intenciones desastrosas. Provenía de la entraña del comunismo, con el virus arrasador con que siempre acosa, como se predicaba.
Lo paradójico de la sentencia contra la disposición de “combinación de todas las formas de lucha” es que se aplica una versión semejante por parte de quienes tienen el manejo del poder en Colombia. Aquí se utilizan todas las formas de corrupción y de violencia, de explotación de los trabajadores, de mentira y de abuso. No es una conducta propia del pueblo sino de sus dirigentes, quienes obran sin pudor cuando de proteger sus privilegios se trata.
Las contradicciones del Presidente son una muestra. Lo que decía ayer lo niega hoy. Los ministros son proclives a la rutina del engaño y la mayoría de los congresistas están en función de legislar a contravía del interés público, a cambio de recibir cuotas del burocratismo con sabor de mermelada. Es la combinación de todas las formas de la politiquería, con alta rentabilidad. Es el caldo de cultivo de la corrupción, como es evidente en Colombia. Eso permite operaciones de lucro para el enriquecimiento de la franja que tiene el gobierno como instrumento de poder funcional. Mientras tanto, crece la pobreza y con esta la desigualdad, más todas las secuelas inevitables de ese desajuste. La pobreza es la soga opresora de los derechos sociales y también factor de degradación de las personas, porque cierra opciones para el desarrollo digno del ser humano.
Así mismo, la desigualdad lleva al laberinto del resquebrajamiento social y es uno de los incentivos de la violencia, comenzando por las arbitrariedades aplicadas para despojar de sus tierras a la población con títulos de legitimidad. Allí se aplica la combinación de todas las formas de despojo.
Cuando se habla de los grandes logros colombianos es como pretender tapar el sol con las manos u olvidar la realidad. Todas las formas de engaño.
Puntada
Los triunfos de la tenista cucuteña María Camila Osorio son trofeos para mantener en alto.
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