El sábado de la semana que pasó, transitaba por la Avenida Los Libertadores, muy cerca al Puente Elías M. Soto, cuando el reloj marcaba las tres y diez minutos de la tarde. De repente, sentí el ruido estruendoso que generan las ambulancias y me percaté que además tuviese las luces encendidas, incluyendo la que poseen sobre el techo de la cabina, llamada por muchos: “licuadora”.
Reduje la marcha y de simple lógica, el vehículo de emergencia pasó a gran velocidad, como es su costumbre, sin embargo, pude ver que la persona que conducía no tenía puesto su cinturón de seguridad y me imagino que sus compañeros tampoco.
Coincidencialmente, teníamos rutas similares y pude observar que dada su alta velocidad, se alejaba rápidamente de mi vista y solo pensaba en el estado crítico de salud de la personas que iban en su busca o quizás, llevaban un herido que pretendían direccionarlo a determinada IPS, para lo pertinente.
En cuestión de segundos, la sirena desapareció y la ambulancia de placas NER-289 perteneciente a la Misión Médica, se había estacionado sobre lo que mal pudiera llamarse berma en la vía que de San Mateo, conduce a Pinar del Río. Del vehículo bajaron tres jóvenes personas uniformadas con los colores de la empresa. Al otro lado de la vía, un vehículo marca Mazda, con significativa afectación en latas pero de heridos nada.
El asunto me pareció tan curioso e irregular, puesto que se trataba de “tres niños” cuyas edades oscilaban entre 28 y 35 años, jugando a las emergencias en una ambulancia, estrangulando el acelerador del vehículo para obtener mayor velocidad pero de medidas de seguridad y obligatoriedad de utilizar cinturón de seguridad no se evidenció.
Pasados dos minutos, subieron al vehículo y siguieron su marcha como si nada hubiese pasado y la verdad, nada había sucedido diferente a la actitud jarta de hacerle creer a los demás ciudadanos que van a recoger una persona en delicado estado de salud, pero solo si se trata de un accidente de tránsito en el cual uno de los actores posea SOAT, porque si usted reporta un infarto o una madre gestante, pues nada que hacer porque le toca ganarse la bondad de los transeúntes y el gesto humanitario de un taxi, dado que las ambulancias no cubren esas emergencias y de eso existen evidencias.
La verdad, el tema de las ambulancias es un problema ajeno a la administración municipal y a la fecha no existe poder humano que controle la cadena de irregularidades que se suceden antes, durante y luego de que “niños” como los mencionados decidan qué hacer con un automotor que no es vigilado por ninguna autoridad y de ahí los desmanes que a diario protagonizan, puesto que en el Código de Tránsito no aparecen autorizadas situaciones consentidas para los conductores de ambulancia y por el contrario, debieran ser parte del ejemplo y respeto hacia las demás personas que poco a poco el ignoran las sirenas y las luces de emergencia porque de seguro se trata de otro caso de niños jugando con una ambulancia.
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