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No es adivinar el futuro
Se ve que de parte de las autoridades locales y regionales no hubo ningún plan de contingencia.
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Viernes, 23 de Febrero de 2018

Es solo conocer que, ante ciertos hechos evidentes, las consecuencias son inevitables. Desde que inició el segundo gobierno de Juan Manuel Santos vengo escribiendo sobre la inoperancia de recurrir al gobierno nacional para que nos solucione todos los problemas. En realidad, lo he dicho de este y de cualquier gobierno en el actual régimen. Pero de Santos y su gobierno se vio siempre el desinterés por la frontera, primero porque necesitaba a su mejor amigo “Maduro” para que le ayudara con sus nuevos mejores amigos, las farc, y después, ya cuando, violando la constitución y la voluntad popular, aprobó el acuerdo de él con las farc, no tuvo empacho en irse contra Maduro, pues ese es su talante; si ya no sirve, atáquelo. En los dos casos, la frontera siempre ha sido circunstancial.

De Norte de Santander, para este gobierno, fue importante el Catatumbo, sede mucho tiempo del candidato presidencial Timoshenko, a la cual no tuvo problema en otorgar como “territorio de paz”. Cúcuta siempre fue una ciudad para “ayudarla” cuando llegaran los venezolanos, con ayuda humanitaria. Como dijeron los ministros en la crisis de septiembre de 2015, cuando se cerró por primera vez la frontera, solo les interesaba saber cuántos almuerzos había que dar.

La entonces viceministra de energía, hoy ilustre superintendente de servicios, ante la solicitud de incluir el gasoducto a Cúcuta en los cargos de confiabilidad, no tuvo ningún recato en decir que nunca el país apoyaría a Cúcuta en una necesidad tan evidente. Que pagáramos nosotros todo. Somos los renegados del país. He visto otras columnas sobre visitas de otros viceministros, que con la soberbia propia de quien se sabe inmune a cualquier responsabilidad, hacen y dicen lo que se les ocurre. El mismo presidente cuando habló de la carretera Cúcuta-Pamplona prometió reducir hasta en dos horas y media el viaje por tierra, mostrando el mismo desconocimiento de sus tecnócratas. Y nuestros parlamentarios, nada, gobiernistas, nadando en la mermelada.

He advertido de la necesidad que desde la sociedad civil se cree una visión de ciudad y se trabaje por ella, para que no sigamos viendo titulares como el La Opinión del viernes 9 de enero de 2018, reseñando como para combatir el desempleo, el presidente ofreció dar 1000 millones a 100 empresas, que traducido son 10 millones por empresa; eso es ni más ni menos, seguir en la política de solo pagar los almuercitos. 

Algún día, en una de mis columnas utilicé la metáfora del edificio grande (Venezuela) que iba a caer sobre la casa pequeña (Cúcuta), y preguntaba cómo se iba a preparar el área metropolitana para ello. 

Se ve que de parte de las autoridades locales y regionales no hubo ningún plan de contingencia, fuera de recurrir a la bondad de un gobierno nacional pedante para ver que hacían. Y desde la sociedad civil no se logró articular un esfuerzo conjunto que visibilizará ese riesgo. Hoy el edificio cae sobre la despedazada casa y seguimos mirando como la burocracia bogotana nos viene a traer almuerzos en aviones oficiales, para no tener que quedarse en una ciudad tan peligrosa.

Hoy vemos en Cúcuta como las fuerzas de izquierda, van a la ciudad a hablar de la importancia de “profundizar” el modelo “social”, que hizo indigentes a los vecinos, como nuestras autoridades locales y regionales viajan continuamente a Bogotá a hablar de los “problemas” de la ciudad y a atender procesos ante la justicia y nuestros parlamentarios inician una nueva campaña para apoyar al nuevo gobierno nacional en todo, mientras sigan en la mermelada. 

Y el ciudadano cucuteño (metropolitano) ahí cargando el peso de una desidia y viendo a ver cuándo se puede ir. Nosotros como muchos otros pueblos en la historia nos autocondenamos al subdesarrollo de supervivencia por falta de dirigencia. Y viene más de lo mismo. Están advertidos. A vez si por una vez hacen valer el voto e intentamos cambiar el rumbo. Eso es solo la cuota inicial del cambio que necesitamos. 

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