Cualquier día de la semana que pasó, mientras esperaba dentro del vehículo de mi propiedad en el cambio de semáforo en la intersección de la calle 11 con Diagonal Santander, se acercaron dos jóvenes y una mujer, ofreciendo el obligado servicio de limpiavidrios, los tres con apariencia de pocos amigos y no puedo decir que eran extranjeros, porque ese no era el problema.
Hice señales que indicaban que no requería la limpieza del vidrio, porque entre otras cosas, estaba en perfecto estado de limpieza, sin embargo uno de ellos lanzó la sustancia jabonosa no solo en el panorámico, sino en otras partes del vehículo.
El hecho me molestó no solo por su actitud, sino porque para ellos era una travesura ensuciar los vehículos cuando no se entrega dinero.
Miré por el retrovisor y lo mismo hicieron a otros automotores. Alcancé a contar nueve fulanos, en la misma esquina y como siempre, ni un solo uniformado.
El problema se ha vuelto obligación, que cualquier persona con un cepillo o haragán y botella con agua jabonosa, se ubique en una esquina semaforizada y su problema económico se solventa diariamente y si eso no fuese cierto pues no tendríamos este “servicio”.
Considero que lo que sucedió, es muy común no solo en nuestra ciudad sino en todas las capitales y si los conductores siguen entregando dinero conmovidos con la situación, nunca se erradicará y en cambio, se correrá la voz de que dicha actividad es rentable en la medida de las proporciones.
Ahora, debemos recordarle a nuestra querida institución, representada en la Policía Nacional, que lo que a diario sucede por parte de estas personas, se constituye en un verdadero acto de intimidación, siendo el sexo femenino, el objetivo principal de tan incómoda situación.
No quiero decir que deben privarlos de la libertad, sino explicarles que cuando un ciudadano dice: No es no. Además, son ellos los que constitucionalmente tienen la obligación de actuar y no esperar que un ciudadano desesperado por el abuso, tome medidas que se alejan de las buenas costumbres.
Por otra parte, no quisiera pensar que dentro de las soluciones que deben plantear, incluyan la palabra “colaborar”, porque ese término tan solo se utiliza cuando alguien realiza un aporte representado en asuntos materiales o del conocimiento, sin esperar pago alguno y dado que se trata de servidores públicos, reciben asignación salarial mensual y de ahí que todas las acciones que desarrollen hacia la comunidad, no son una colaboración sino una obligación.