La reapertura de la frontera plantea un reto fundamental para el área metropolitana: no volver a ser dependientes de Venezuela. Integración sí; dependencia, no. Porque si hemos podido manejar el cierre de la frontera en un momento crítico, no es racional que ahora que el régimen venezolano se degrada y se vuelve un exportador neto de problemas humanitarios, nosotros hagamos parte de la marea anarquista que se está apoderando de Venezuela. La frontera todavía no puede volver a ser la puerta de vaivén, como lo fue en otra época, sino una puerta con seguro donde la llave la tengamos nosotros.
Traigo esto a colación cuando se vuelve a hablar que Venezuela nos va a volver a vender gasolina, en una negociación que lleva nuestra ministra de relaciones exteriores y de la cual no es mucho lo que públicamente se sabe. Racionalmente considerado, el régimen venezolano tiene un desangre de recursos con el subsidio a la gasolina, por lo que no hay una explicación de lógica económica en que se nos venda gasolina; importarla cara para regalánosla, no es racional a menos que haya un torcido. Y lo hay. Porque hay una explicación, irracional para nosotros, pero con lógica mafiosa para el régimen venezolano.
El negocio de la gasolina es un negocio en manos de la fuerza armada, la única que hoy sostiene a Maduro y su combo, pero no de manera gratis, sino recibiendo algunas “encomiendas” que tengan aceitado ese apoyo. Y dado que el bolívar es hoy una moneda en vía de extinción, lo mejor sería que algunos generales de la fuerza armada nacional vendieran gasolina en pesos, que puedan convertir con alguna estabilidad a dólares, que puedan “exportar” a cuentas privadas en el exterior y para todo eso sirve Cúcuta.
Es claro que esto es una apuesta temporal, pero a ellos nos les interesa porque dejara buenas ganancias y parece que el gobierno colombiano está dispuesto a hacer ese favor a Maduro, de manera inocente o con indiferencia fronteriza. La gasolina regalada se volverá a acabar y Cúcuta tendrá que volver a caminar el calvario de la escasez por culpa de los juegos mafiosos de los jerifaltes venezolanos con la frontera. Ya hemos logrado un equilibrio en ese tema, que puede optimizarse con la ampliación de la canasta energética para desarrollar un plan con gas vehicular; estoy hablando del gasoducto a Cúcuta conectado al sistema nacional de transporte. Tener gas natural, suficiente, confiable y competitivo dará nuevas opciones de desarrollo a Cúcuta.
Cúcuta no está para hacerle favorsitos al régimen venezolano a costo de su desarrollo y llamó la atención de los alcaldes del área metropolitana para que no jueguen ni dejen jugar opciones suicidas. Mientras cae el régimen venezolano, la frontera, bajo control absoluto colombiano, debe abrirse con carácter humanitario y nunca para hacerle favorcitos a los corruptos militares venezolanos, tan despreciativos con la frontera colombiana.
No debemos, después de atravesar el río contra la corriente y llevar más de medio camino, regresarnos.
Y el gobierno nacional no nos puede imponer acuerdos, negociados en los centros, que son claramente perjudiciales. La gasolina que ofrecen está contaminada con corrupción, hambre venezolana y apoyo a un régimen espurio.
En un programa de desarrollo serio, que nos conecte al país, la integración con Venezuela debe planearse para ejecutarla cuando el régimen venezolano caiga. Y va a caer, aunque parece que Venezuela debe soportar lo insoportable para poder cambiar de régimen por culpa de la misma fuerza armada que maneja el “negocio” de la gasolina y el diesel, quienes creen que Cúcuta es su feudo.