Está en la calle el referendo para la reforma política y la reforma jurídica de la Constitución que los pro-farc tratan de “uribista”, para ellos una frase de deslegitimación, y que busca enfrentar el modelo político-jurídico social de base estatista y orientación de izquierda estalinista, que estamos llevando. El estado social de derecho de la Constitución de 1991, por obra y gracia de la captura del sector judicial por parte de la izquierda, se ha ido convirtiendo en el estado social-ista de hecho, que ha convertido la democracia liberal y la economía de mercado en “enemigas” del “cambio social”. El único derecho no consagrado en la jurisprudencia es el derecho al desarrollo; ese es un derecho “capitalista”.
En el libro “Viaje a Tartaria” de Robert Kaplan, relata su viaje al antiguo imperio tártaro, que lo hace recorrer los países de la antigua Unión Soviética en la década final del siglo XX, donde constata que las antiguas repúblicas soviéticas, ahora independientes, tenían su principal problema en la corrupción total que había impuesto el comunismo soviético. Traspasar una frontera de uno de esos países era enfrentarse al gangsterismo que había dejado como herencia el antiguo régimen, donde el soborno era la moneda de cambio. Si miramos la isla de Cuba hoy, o su apéndice venezolano, vemos que allí también la corrupción total es parte esencial del sistema. Y en Colombia ya vemos la construcción de esa corrupción total, así la misma izquierda se autodefina incorrupta. Petro, Santrich, y tantos otros zurdos, son adalides de la anticorrupción. Ya en Colombia vemos jurisprudencia, de cortes politizadas, anticonstitucionales, contradictorias, y en algunos casos francamente estúpidas; y un Congreso compuesto por empresarios electorales. La inestabilidad jurídica es el soporte de la corrupción total.
Esta actitud, que la soberbia de Santrich tan bien representa, lleva a buscar todas las soluciones posibles. El referendo, parcial, y, por ende, incompleto, busca desmontar lo que se montó contra la voluntad popular, de la mano de un Congreso y unas Cortes afectas al modelo estatista y a la mermelada. Son medidas de choque para evitar ser llevados como ovejas al matadero; no nacimos para corderos, era el famoso grito de batalla de los escoceses del medioevo. Es claro que con los actuales poderes legislativo y judicial es imposible cualquier cambio de transición controlada. Basten como ejemplos que, de la mano de dos cucuteños, se hundió la ley para impedir la casa por cárcel para corruptos ésta semana, que se une a los fallos de nuestro magistrado político-constitucional hacía la defensa de la paz de su Nobel jefe, y el apoyo al consumo de licor y drogas en el ambiente público. Cito nuevamente al presidente norteamericano John Kennedy: “los que hacen imposible una evolución pacifica, hacen inevitable una revo
lución violenta”. El camino que allanó el santismo con su modelo de corrupción total, nos ha llevado a un punto de no retorno; y esa contaminación está en toda la sociedad.
Lo que se requiere es un cambio total de régimen que termine la economía extractiva, que tenga en el desarrollo económico su norte, que cuente con una justicia que no juegue con el modelo liberal de democracia, sino que lo defienda, que tenga un legislativo enfocado a dirimir los grandes conflictos políticos sin combustible de mermelada (tal vez un estado parlamentario), que haga equidad real y no se dedique a los “regalos” para mantener pobres a los pobres, y que abandone el camino a modelos socialistas totalitarios. Eso se llama una Constituyente, pero ante la infiltración de los antidemócratas en todas las agencias de decisión del estado, es un riesgo grave que se le dé patente de corso al modelo estatista ideologizado que hoy nos legisla y juzga. El referendo es todavía un camino de evolución pacifica; si se le ponen trabas jurídicas o desde el Congreso, las cosas quizás, quizás, quizás, se complicarían.
Notícula: Con los escándalos nacionales que en los últimos meses han tenido cucuteños ubicados en altos cargos del estado, uno se da cuenta que querer salir adelante con esta clase política local, es un acto de la más burda inocencia, digna de mejores causas.