Causa especial alarma que nuestros jóvenes en Colombia estén en el foco de la violencia y que todos los días se registren desenlaces fatales que segan vidas o que las dejan lisiadas para siempre.
Los 15 muertos de los últimos días, en diferentes ataques en el sur del país, cuyas víctimas fueron jóvenes entre los 14 y los 25 años, duele en el alma, y deja un sabor enorme de frustración, al comprobar que en nuestro país, Colombia, sucedan cosas de semejante naturaleza. Esta noticia le dio la vuelta al mundo y nos ha dejado con una imagen en extremo deteriorada.
Es el resultado de la guerra sucia y atroz entre los grupos al margen de la ley involucrados en actividades de narcotráfico que quieren sembrar el pánico produciendo hechos escabrosos y de la peor condición, en donde es claro que los intereses oscuros que defienden se imponen, no importa las consecuencias que generan. No es otra cosa que el acostumbrado estilo de aquellos bárbaros, cuya mentalidad asesina los lleva a cometer toda clase de delitos sin que se inmuten al hacerlo. El mismo panorama que se ve en países como México, Honduras o Salvador, en donde corre la sangre a borbollones, cada vez que se cobran cuentas entre los narcotraficantes.
Sin duda un escenario en extremo doloroso y horrible, con el agravante de que el blanco sean los jóvenes, una población vulnerable, que apenas se está formando, y que está llamada a hacer el relevo generacional en el futuro del país, para labrar el escenario de los niños y de los por nacer.
Y a este atentado fratricida, se agrega el reclutamiento forzado para ubicar a los jóvenes dentro de los grupos alzados en armas y en aquellas organizaciones criminales que quieren colocarlos como carne de cañón, para guarecerse ellos, los verdaderos asesinos, y de esta manera quedar en la impunidad. Y por supuesto las víctimas de las minas antipersonas, que resultan ser los inocentes niños que van a las escuelas rurales, en medio del atroz procedimiento de los bárbaros
En estos casos dolorosos, los organismos de seguridad y de investigación del país, tienen que desplegar todo su contingente de recursos para dar con el paradero de los responsables, pues si la impunidad se impone, sería una pésima señal, que alentará a las bandas criminales para continuar sembrando el terror.
El escenario merece mover toda la disponibilidad de fuerzas, entre otras cosas, porque si la situación continúa creciendo, pronto estaremos en la misma condición en que están los países arriba mencionados, hoy condenados por la comunidad mundial, por permitir que semejantes cosas sucedan y continúen sucediendo, mientras el crimen se patentiza definitivamente.
Estas masacres han impuesto un reto, que no es otro que el que la autoridad se imponga.