Amables lectores: en el caso del asesinato del presidente haitiano en ejercicio por una supuesta conspiración con la participación de integrantes retirados de nuestras fuerzas militares, en su mayoría capturados y algunos muertos, llama la atención de algunos políticos y no pocos ciudadanos, que alegan que esos individuos no nos representan y aseveran que se trata de un hecho excepcional que no debe relacionarse con la mayoría de los colombianos. Repiten estas personas la consabida historia, como cita Vladdo: “Colombia es un país de gente honesta, trabajadora y talentosa, que quiere salir adelante”. Y reforzada con otra frase de cajón, muy colombiana que recuerda Miguel Gómez Martínez: “Los buenos somos más”.
Es claro que estos sujetos no nos representan, pero me parece que es una actitud elemental para lavar la propia conciencia. Debemos afirmar que es una reacción desproporcionada de ese grupo de burócratas al rasgarse las vestiduras y defender con altísima indignación la honorabilidad, esfuerzo en el trabajo y talento del pueblo colombiano. Es entendible que la honra de más de 50 millones de personas no se puede poner en el patíbulo por el comportamiento de un pequeño grupo de asesinos. Tengamos claro que es un hecho grave y no nos contentemos con una conclusión facilista.
Gómez Martínez, bajo la premisa de que los buenos somos más, afirma que si lo anterior fuese cierto, ¿por qué elegimos una y otra vez a políticos que solo persiguen su interés personal y saquean los presupuestos públicos? O ¿Por qué si somos más los buenos, hay tantos que piensan que el destruir los bienes públicos es la forma óptima de protesta contra el gobierno? O, si los buenos somos más, ¿por qué se ha entregado la educación pública a una fuerza sindical que solo busca aumentar sus privilegios sin mayor preocupación por la enseñanza y que no permite que se les evalúe? O, ¿por qué si los buenos somos más, se soborna a funcionarios para no cumplir con las normas preestablecidas? O, si los buenos somos más, ¿Por qué vivimos en una sociedad sin justicia donde los criminales tienen derechos que le son protegidos mientras las víctimas claman por su dignidad? O, si los buenos somos más, ¿por qué se irrespetan símbolos patrios como nuestra bandera colocando sus colores al revés, rota y sucia ofendiendo a los demás? O, si los buenos somos más, ¿Por qué existe un grupo de fanáticos y políticos que se dedican a insultar a la fuerza pública y a hablar barbaridades de la empresa privada?
Leídos estos interrogantes, nos debe quedar claro que los buenos infortunadamente no somos más. Lo que nos sirve lo toleramos y justificamos. No tenemos el coraje social de enfrentar a aquellos que imponen el mal, la violencia o la injusticia como valores cotidianos. Somos expertos en ajustar la situación a nuestros intereses. Todos aquellos que salen con el corazón inflado de patriotismo a celebrar los logros de nuestro país, cuando un deportista consigue un triunfo internacional, son los mismos que hoy se sobreactúan al querer reivindicar el honor nacional cuando unos bandidos nos hacen quedar mal en el exterior. A esos ciudadanos les debe quedar claro que esos destacados deportistas, tampoco los representan, porque todo lo conseguido ha sido exclusivamente por sus propios méritos con el debido apoyo de sus familias y la contribución de la empresa privada. Nunca olviden que el compartir un pasaporte no les da derecho a apropiarse de victorias ajenas.