Que resultó cierta. El gobierno Santos, que en forma cínica sigue hablando de las mentiras de los partidarios del NO en el plebiscito, se rasgó las vestiduras cuando los del NO dijeron que las zonas veredales de transición iban a ser permanentes. Blasfemia, gritaba el coro de mamertos en los medios, los cuales a su vez seguían el coro de los “progresistas” que condenaban al fuego eterno a cualquier opositor al espurio acuerdo con las Farc.
Los recientes decretos presidenciales, con carácter de ley, ahora establecen que una vez concluya el período de transición, estas seguirán como centros de “preparación y capacitación” para el “postconflicto”, como lo dijo sin sonrojarse Sergio Jaramillo. Y esa “preparación y capacitación” puede ser indefinida, pues conociendo el Gobierno Santos después las nombrarán “sedes históricas del postconflicto” o “centros materializados del conflicto” y hablarán de las bondades de ello.
Y los medios, una vez más, haciendo de amplificadores gubernamentales, apenas mencionaron ese otro punto del “acuerdo” sobre el que no se había pactado nada, pero que se le da a las Farc en “aras” de facilitar el “desarrollo de los acuerdos”. En esto enmarca también el nombrarles magistrados de la Corte Constitucional, so pena de que se levanten de la mesa como lo dijo el senador Benedetti, que todavía le queda tiempo de “defender la paz”, a pesar de estar bien enredado en un caso de corrupción.
Cada vez que una mentira del NO muestra ser cierta, el Gobierno sale a manifestar la “bondad del acuerdo” porque no hay muertos, ocultando que hay uno, la imperfecta democracia colombiana. Es bueno recordar que los del NO, y no solo los uribistas, dijeron que el acuerdo nos hacia ir hacia una “venezolanización tipo socialismo del siglo XXI”, haciendo que también en ese momento el sanedrín farco-santista saliera a rasgarse las vestiduras y gritar otra vez: blasfemia. El problema con las mentiras del NO es que prueban ser verdad solo cuando suceden, como en el caso de las zonas veredales transitorias, hoy convertidas en centros farc permanentes.
Una de las incógnitas de la historia es porque grupos humanos en riesgo niegan lo evidente, así eso implique un riesgo grave o mortal para el grupo. Los últimos ejemplos son los de los judíos y su aceptación casi fatalista del holocausto y el ascenso de Chávez en Venezuela. Días antes de la primera elección que ganó Chávez, almorcé en Caracas con funcionarios de nivel medio-alto de PDVSA Gas que quedaba en la plaza Altamira y les pregunté por quién iban a votar y dijeron que por Chávez. Asombrado les solicite el porqué, recordándoles el riesgo que representaba. Ellos dijeron que él había dicho que iba a luchar contra la corrupción y arreglar el sistema judicial, lo cual de cumplirlo cambiaría el país. Es increíble lo que el régimen venezolano hizo con la justicia convirtiéndola en un apéndice vulgar del ejecutivo, estando hoy todos sus magistrados en la lista Clinton por corruptos y mis contertulios en la calle, reemplazados por militares “bolivarianos”.
Al acabar la Segunda Guerra Mundial, los tribunales de Nuremberg juzgaron estamentos esenciales de la sociedad alemana, que se plegaron al régimen y validaron sus atrocidades, como lo hizo el sistema judicial. El juicio contra los jueces los encontró culpables y condenó a prisión a los que no se suicidaron. Las elecciones del 2018 son la última oportunidad de que las mentiras del NO no se materialicen, jurídicamente validadas por cortes con representantes de la guerrilla y obsecuentes juristas del régimen.