Así como en Estados Unidos el cambio climático se quedó sin oxígeno y el presupuesto destinado a investigaciones y proyectos dedicados a combatirlo se recortó, en Colombia hay otras esferas que esperaban encontrar un poco de oxígeno con la adición presupuestal, pero se quedaron por fuera.
Una de ellas tiene que ver con el dinero que pidió la Defensoría del Pueblo para la atención y protocolos de respuesta para proteger a las personas, asociaciones o grupos de representación que estuviesen en riesgo de eliminación y/o estén amenazados por diversos factores, entre ellos, las autodefensas.
Tal vez para el Gobierno este rubro sea menor y no tenga mayores repercusiones, sin embargo, están olvidando la obviedad de que la protección y atención de riesgos de este tipo forman parte de los escenarios de posconflicto que hay que atender.
El otro rubro del que quiero hablar hoy específicamente, es de la educación, sector al que le van a inyectar 1,2 billones de pesos de la adición presupuestal (6,2), y al posconflicto, 1,5 billones. He sido de las primeras en afirmar claramente que el posconflicto es una prioridad y que el gobierno y también el sector privado deben meterle el hombro (y meterse la mano al bolsillo) si quieren sacar a Colombia adelante e ir superando, poco a poco, los estragos de una guerra que el país ha sufrido por más de medio siglo.
Pero esto no significa que deba haber un detrimento en otros sectores o que los profesores, o las enfermeras, o los camioneros o los campesinos deban vivir en silencio mientras se les vulneran sus derechos salariales y laborales, incluso sus derechos fundamentales si tenemos en cuenta la situación de la salud para la planta docente en la actualidad, que si bien, antes de preciaba de ser una de las más completas y privilegiadas del país, hoy pasa por los mismos desafíos y vive con las mismas carencias que el resto del régimen de salud.
No es posible que la respuesta del gobierno sea que no hay recursos y que es imposible dar lo que el sector de la educación pide; es prácticamente un chantaje decirles a los educadores que deben aceptar un 2% de aumento salarial a cambio de vivir en paz.
Que se deben hacer sacrificios en este momento de austeridad, cuando, es obvio, que hay otros rubros en los cuales se pueden hacer recortes que beneficiarían a todos –como el abuso de funcionarios como Uribe Vélez a la Unidad Nacional de Protección con un esquema de seguridad tan costoso–.
Como gobernante a veces hay que tomar decisiones impopulares, y esperar sobrevivir a ellas. Pero tampoco hay que exagerar, esto ha sido demasiado, incluso para un exmisionero de la organización Uribe Vélez. Parece que Santos no pensara en las cifras de popularidad –que tanto necesita y que son las que le ayudarán en el futuro próximo a poner fichas en el tablero electoral del período 2018-2022–. Tampoco le ayuda a su favorabilidad la elección de una Ministra de Educación que está cargada de despotismo cuyo único aporte al discurso es decir que los maestros son villanos por dejar a los niños sin clase.
No obstante, las ofensivas declaraciones de Yanet Giha no se comparan con las respuestas de la Secretaria de Educación municipal, Doris Angarita, quien, alegremente y sin ningún tipo de vergüenza, invita a los cientos de rectores del municipio a hacer jornadas de ‘jean day’, bingos, bazares, rifas y espectáculos, para que obtengan los recursos para pagar al personal de servicios generales que trabajan –gratuitamente en este momento, con la esperanza de ser contratados por el municipio– en cada uno de los colegios y sus sedes, y que son absolutamente necesarios debido a que se encargan de tareas como la vigilancia y el aseo. Es cierto que quizá no sea culpa de Angarita la falta de recursos, pero su alternativa no puede ser exprimir los bolsillos de los niños y los padres de familia. Su respuesta debe ser de gestión, escalar la queja el Ministerio como hicieron los Secretarios de Neiva, Zipaquirá, Tunja, Pasto, Jamundí y Santa Marta, hacer algo.
En el Magisterio hay otra decena o veintena de problemas a los cuales les vendría bien una bocanada de oxígeno presupuestal, y que deben seguir en la agenda política, bien sea, por medio del paro, o de la discusión y el debate interinstitucional. Pero de eso se hablará la otra semana.