“La villanía viste muchas máscaras, pero ninguna tan peligrosa como la máscara de la virtud”, dice el personaje principal de la leyenda de Sleepy Hollow, que en la Colombia de hoy cae casi como un epitafio. La villanía actúa incólume ante el silencio ciudadano estúpido y la complicidad soterrada de algunos “empresarios” a quienes este régimen les sirve. Hay gente que muere de inanición, en Colombia morimos de inacción. Cuando lo criminal, lo vulgar y lo estúpido parasitan en un estado, su futuro es grave, aún sin pandemia.
A este país, le cabe también la frase de Darío Echandía, que este es un país de cafres, ha mojado prensa con el episodio familiar de la vicepresidenta Martha Lucia Ramírez, acaecido hace cinco lustros, de un hermano que se metió a mula del narcotráfico, asunto que ya está judicialmente liquidado con pago de la pena, que la izquierda ha querido usar como un caso de “corrupción”. Solo un cafre coge un doloroso incidente familiar antiguo para hacer campaña “anticorrupción”, que replican unos medios de comunicación cafres, que no tienen ya ningún control moral, ético o siquiera de validez periodística, para volver noticia cualquier basura, buscando que un cafre magistrado haga de eso un caso legal. Esa tragedia de una familia decente con un familiar enproblemado la han vivido muchas familias en Colombia como la del general Naranjo, por ejemplo.
Da grima ver un personaje como Iván Cepeda que se metió a la cárcel a sacar a su hermano Jesús Santrich, narco en pleno ejercicio de su criminalidad, dando declaraciones sobre pulcritud del ejercicio público. Solo gracias a la cafre justicia que tenemos, ese personaje no está preso. Esa justicia autorizó a Santrich su retiro de la farc-política colombiana, para pasar a las farc-ep, sede Venezuela.
Igualmente, ver al indiciado Gustavo Petro por el delito de recibir coimas de contratos en bolsas plásticas, hablar de lucha anticorrupción sólo produce ese sentimiento que llevó a Echandia a acuñar su famosa y perenne frase. Ese globo inflado por los medios de Gustavo Petro, todos los días da clase de moral socialista.
El periodista Julio Sánchez Cristo, tan afín al poder, contaba con risa como su jefe de la Bavaria de entonces, Augusto López, desde las barras del Congreso compraba congresistas para pasar leyes que le servían a la empresa, cohonestando esa actitud que le parecía meritoria de su exjefe, y verlo hoy en plan de inquisidor, es cuando menos grotesco. Habría que revisar la base moral de la sociedad bogotana para entender como sacó tanto cínico.
Ya en muchos países, ante el proselitismo de los medios de comunicación, se está empezando a tratar sobre cómo regular la responsabilidad que los medios de comunicación deben tener para no seguir inundando de “periodismo basura” el espectro electromagnético (bien de uso público) o los medios impresos.
Colombia se está portando hoy como país, como en su momento lo hicieron gobernantes como Ernesto Samper y Juan Manuel Santos: sin límites morales y haciendo del todo vale su manual de comportamiento. Lo triste es que un personaje como Antanas Mockus, supuesto luchador contra el todo vale, haya quedado del lado equivocado. Es otro reflejo de lo que se volvió este país.
Del virus de la COVID-19 salimos, pero el virus de la cafredad izquierdista está profundamente inoculado en el país. El país de cafres, que en su momento Echandia usó como ofensa, hoy es una radiografía de Colombia, por cuenta de la validación jurídica y periodística de la narcorevolución. Por eso la presencia de militares gringos en Colombia y la captura de Alex Saab los tiene desesperados; ellos “legalizaron” con Santos que este era un narcopaís.
Nota final: La captura de Alex Saab puso a explicar porque “no conocían” a ese personaje, con el que se les vio varias veces, a Juan Manuel Santos y Piedad Córdoba. Va jugando.