Leer los medios de comunicación a diario contiene sus paradojas, disímiles entre sí pero evidentes. Por ejemplo, una internacional, la situación de Julián Assange, el australiano asilado en la embajada de Ecuador en Londres; una nacional, la del proceso de paz, y una local, la muerte reciente del doctor Gilberto Hernández Yáñez.
El australiano fue detenido en Londres en 2010 por haber filtrado en su página web el contenido de unos documentos secretos de los Estados Unidos sobre la guerra en Irak y Afganistán, episodio denominado WikiLeaks.
Posteriormente solicitó asilo político en la embajada de Ecuador en Londres, asilo concedido y desde junio de 2012 se recluyó voluntariamente en esa sede diplomática porque teme que lo extraditen, es decir, por miedo (y es un derecho) elude desde ese año una captura de las autoridades británicas y suecas ya que Suecia lo implica en un supuesto abuso sexual –que Assange niega- aunque no lo han acusado legalmente, ni Suecia lo ha querido interrogar en la embajada.
Un comité de cinco juristas de renombre de la ONU declaró en estos días que su forzada situación es arbitraria y debería ser liberado, pero tanto el Reino Unido como Suecia dicen que si sale de la embajada a la calle, sería detenido inmediatamente.
Aparte de los temas judiciales, resulta paradójico que si una organización internacional respetable como la ONU dice que Assange debería poder transitar libremente por el ancho mundo, dos países de notorio predominio cultural y respetuosos de los derechos humanos, como el de la presunción de inocencia, lo obliguen a que deba seguir viviendo sin su familia en 18 metros cuadrados que es el área de la embajada.
Una paradoja nacional consiste en que mientras los colombianos llevamos una generación en guerra y destrucción del país, con pésima educación, deficiente servicio de salud y de justicia, con cientos de miles de desplazados dentro y fuera de las fronteras, ahora que estamos a las puertas de un acuerdo de paz, haya una gran proporción de colombianos que puedan llegar a decirle No al plebiscito. No a la paz.
Es paradójico porque más allá de las obvias dificultades que encierra la complejidad de la realidad nacional, esa franja pesimista con el manejo del proceso de paz (con respetables razones) ve los árboles pero no el bosque.
Me decía un primo que vive en Londres y que visitó el país hace poco, que lo impactó el pesimismo que existe sobre la paz, porque las perspectivas del eventual acuerdo, vistas desde Inglaterra, son optimistas a futuro y allá poco a poco ha venido cambiando la imagen del país, hay gente que quisiera venir a hacer turismo, a invertir e incluso a vivir.
Bueno, y que Estados Unidos respalde el proceso, por algo será.
La paradoja local: el doctor Gilberto Hernández Yáñez quien por muchos años fue un buen compañero de trote diario en las horas de la mañana con nuestro común amigo Pablo Colmenares, falleció recientemente haciendo ejercicio.
La paradoja es doble: por un lado, en el lugar en donde por años nos encontrábamos a iniciar la jornada, el parque Calazans, fue el sitio en donde la omnipresente parca lo sorprendió al buscar cruzar la Libertadores para alcanzar El Malecón; pero más paradójico resulta que haya sido atropellado mortalmente por dos agentes de la policía quienes velozmente se desplazaban ese sábado a las 6 de la mañana en una moto y a quienes sin juzgarlos en esta columna, de todas formas eran los encargados de velar “por la vida y honra de los ciudadanos”, según la constitución. Paradojas.