Lo más paradójico es que la consulta anticorrupción surgió y no pasó, por la misma persona: Claudia López. La corrupción es un tema que impacta tanto que, a pesar de tener ese tufillo de izquierda, que la susodicha exsenadora le metió, casi pasa. Hubiera atraído una votación histórica, si no tuviera ese nombre y apellido, ni los compinches con que andaba. Ahí vimos al senador Robledo, cobrando esa votación como una derrota del “frente nacional duquista”, frase de él, en lo cual es experto, pues ha vivido del Estado siempre solo de su dialéctica maniquea. ¿Qué tal que hubiera pasado la consulta? Pide la destitución de Duque y la implantación inmediata de un modelo socialista. Y el inefable Petro, llamó otra vez a tomarse la calle y derrotar a Duque, quien siempre apoyó la consulta; Petro sigue en campaña. Y a pesar de ese riesgo izquierdista, muchos votaron hastiados por acabar con el cáncer de la corrupción.
Pero otros no corrimos el riesgo de votar, para que no nos contaran. Quien iba a la urna era absurdo que votara no. Y no votamos por no darle juego a esa izquierda en que vive la promotora porque, además, la consulta no era una solución estructural para vencer la corrupción. Como decía Sandro, un botón vale de muestra y los demás, a la camisa. En la consulta no se tocaba la corrupción en la justicia, hoy permeada con la doctrina de la lucha de clases, como lo reflejan las últimas sentencias de la Corte Constitucional (incluir las violaciones como parte del conflicto) y el Consejo de Estado (condenar a la nación por un acto terrorista de las Farc). A ese fortín de la izquierda, las Cortes, no las tocaron los promotores anticorrupción, cuando el mayor escándalo de corrupción reciente es el del cártel de la toga. Y es que esa ideologizacion justifica la doble moral tan común en la zona andina. Leyes contra la corrupción es lo que hay en Colombia, pero una justicia venal las neutraliza con sus fallos “jurisprudenciales”. Hay que recordar que Hugo Chávez en Venezuela, y Lula da Silva en Brasil, llegaron al poder de la bandera anticorrupción. Hoy Venezuela es el país más corrupto del planeta, y Lula está preso por recibir coimas. No les exigieron a las Cortes rendir cuentas, ni bajarse las prebendas, ni nada parecido. Si la justicia no se alinea, la corrupción es imparable, así los congresistas trabajen gratis.
Porque como tanto hemos insistido, la corrupción no son actos de gente dañada, es un sistema político que atrae a los dañados, como la luz a los mosquitos. En un país donde si usted es violador de niños, tiene los máximos castigos sociales, pero si fue en nombre de la revolución es perdonable; donde se ataca, con razón, la cultura mafiosa, pero se apoya que un presidente, en nombre de la paz, inunde el país de coca; donde se justificó la compra vulgar del Legislativo a los partidos de la pasada Unidad Nacional, convirtiendo la corrupción en una forma valida de gobernabilidad, todo bajo el amplísimo manto de la paz, y los promotores de la consulta votaban junto a esa unidad nacional la destrucción de la Constitución por motivos ideológicos, nos hicieron a muchos dudar de la bondad de los “siete veces sí”, que dejan el régimen incólume.
Vencer la anaconda de la corrupción pasa por desideologizar el manejo del Estado, algo en lo que Claudia López no estaría muy de acuerdo. Claro que grita contra todos los corruptos; pero los separa, entre los de allá y los de acá. Siendo los de acá los izquierdistas, y los de allá, el resto del país. Santista práctica (lo creía el más dañado, pero alababa su viveza), atacó la corrupción que éste volvió política de estado, pero vivió con ella. Esa doble moral, realmente, repele. Vendrán días duros, cuando el presidente Duque intente vencer de verdad la corrupción. Es sólo ver a Roy Barreras, Vargas Lleras y César Gaviria declarándose “independientes” del gobierno, para forzar a este “inexperto” a que vuelva a repartir mermelada para darle “gobernabilidad”. Ya se vió el envite en la elección de contralor. Enfrentar a estos “expertos políticos” y una izquierda envalentonada, será un duro proceso, sin contar con que las Cortes van a estar encima como hienas, impidiendo “cambiar el modelo”.
Por ahora, la izquierda queda advertida: por más brillante que se vea el oro (la paz, la lucha anticorrupción, y similares) que nos quieren vender, el ciudadano ya mira que no sea latón.