La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Columnistas
Personajes del año
No está mal disfrutar del colibrí que reúne – gratis- toda la magia del Circo del Sol.
Authored by
Jueves, 2 de Enero de 2025

Como el 2024 está ad portas de volverse humo, me reuní conmigo mismo, hice quórum y declaré la simplicidad y la cotidianidad mis personajes del año. Ya lo había hecho en años anteriores.

Una refugiada siria sintetizó en pocas palabras la importancia de lo simple al llegar a Estocolmo después de mil zozobras desde su devastada patria: ”Todo lo que quiero es volver a abrir y cerrar una puerta”.

Es un goce pagano disfrutar la condición del mortal que despierta diario a la vida, se toma un café instantáneo de celador, se baña, se enoja o se alegra, lee o relee un poema que le habría gustado escribir, saca el perro al parque, habla pestes del gobierno sin que lo metan a la cárcel. 

Los dioses nos envidiarían placeres como ver pasar una nube, prender o apagar la luz, pararse en una esquina, parecerse a la mascota, chatear con la almohada, perderse en los vericuetos de Internet o en el anárquico centro de cualquier ciudad. O fotografiar plácidos habitantes de la calle como el que acompaña estas líneas que duerme en una acera del barrio Belén..

Otros deleites son esperar –en vano- ese correo electrónico que nos cambiará la vida, ver pasar el nostálgico tren, el rápido metro, oír cantar el gallo así no sepamos dónde, creer o no creer en el que reparte dones, engullirse algo que vaya contra la dieta ordenada por el médico.

No está mal disfrutar del colibrí que reúne – gratis- toda la magia del Circo del Sol. No olvidemos darle las gracias a la lagartija por sus cacofónicas serenatas.

El padre Astete aporta a la cotidianidad su menú de pecadillos monótonos: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia (el único pecado inútil), y pereza (con razón el gato es su logotipo). 

Claro que llega el momento en que los pecados –incluido el sí fornicar- se retiran de nosotros, en ningún caso, nosotros de ellos. Son las implacables reglas del juego.

Hasta pasar la página de una novela tiene su indudable encanto. Sobre todo si al doblar la página sabemos quién fue el asesino. O el infiel.

En acción de gracias por los servicios prestados, deberíamos darles besitos donde dijiste enemigos a la cama, la mesa de comedor, la biblioteca. O al espejo que nos recuerda lo fugaces y prescindibles que somos. Las arrugas notifican que hemos vivido. ¡Aleluya!

La llave que obra la magia de permitirnos entrar y salir de nuestro apartamento merece un bolero. ¿Y qué tal la ventana que “siempre está mirando hacia afuera”, como decía una niña?

No me desvelan las leyes de la inercia o de la gravedad, pero aprovecho el glorioso descubrimiento del clip, y agradezco el invento del pararrayos que quién sabe de cuántas muertes seguras me ha salvado. 

Celebro la reproducción de una partida de ajedrez donde se puede encontrar tanta belleza como en una rosa. O en la vecina del quinto piso que nos ignora sin piedad.

Un cocuyo, central hidroeléctrica en miniatura, nos hace grato el tiempo que dura su esplendor. El cocuyo es una metáfora de nuestra propia vida, menos que un suspiro comparado con la eternidad.

Hay verbos que andan sueltos por ahí dispuestos a dejarse exprimir como si fueran tubos de crema dental. Por practicarlos no hay que tributar: ver, oír, oler, gustar y palpar. No sobra sumar a nuestra dieta diaria espiritual sentimientos como perdón y olvido. 

Que en el nuevo año se cumplan solo la mitad menos uno de los sueños.... 

Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion

Temas del Día