Ha despertado gran controversia la reciente intervención de la Corte Constitucional en el delicado asunto de la cadena perpetua para los abusadores y asesinos de niños.
Suena casi lógico y más que acertado un castigo ejemplarizante para hechos tan atroces; sin embargo el calenturiento sentir de la mayoría, ha de tener la necesaria contención y apaciguamiento por parte de los legisladores; de lo contrario volveríamos a la ignominiosa época de la guillotina y de los gulags y los hornos y gases “limpiadores”.
En nuestra disimulada democracia no podemos alzar muy alto la voz. Aquí se les llama ejecuciones extra judiciales, desapariciones, desplazamientos y en algunos casos destierros por voluntad propia o por amable insinuación de los violentos para poder mantenerse con vida. Capítulo aparte lo constituye el deleznable y tristemente célebre aniquilamiento de todo un grupo político al que llamaron para que diera la cara y participara en la ensangrentada arena de la política para luego eliminarlo impunemente.
El deplorable accionar del presidente se maquilla de formas diferentes. El triunfo de los deportistas lo toma como propio; acoger refugiados del otro lado del mundo le alivia la mediocridad de su mandato, que solo consiste en obedecer órdenes perentorias del coloso del norte; permitir la presencia irregular y peligrosa de vecinos incómodos suaviza su cada vez más su decaída imagen. Apoyar con esmerado entusiasmo la cadena perpetua para asesinos y abusadores de niños le da una mentirosa imagen de salvador de los más desprotegidos, etcétera……
No encuentra la forma de adobar con algo su malograda imagen.
Es por eso que en la misma Corte califican de populismo el asunto de la cadena perpetua. No es de esa forma como se soluciona tan grave problema. Los abusos y asesinatos seguirán; nuestros niños seguirán desprotegidos porque los sucesivos gobiernos y desde la colonia, solo piensan en el bienestar de sus cerrados y hambrientos grupos elitistas y autocráticos.
La verdadera solución debe basarse en programas educativos y en la repartición equitativa de los recursos y defenderlos eso sí, con castigos efectivos y ejemplarizantes, de los depredadores y arrasadores del presupuesto enquistados en las altas esferas del poder.
No encuentra en donde limpiar sus enlodados zapatos. Casi que se salva con el cuento de cadena perpetua para abusadores y asesinos de niños; me imagino que el paisano de cabello rebelde y que le maneja su embolatada imagen, ya le tenía listos los espacios en radio y televisión para pregonar su brillante victoria. Es facilismo legislativo o, como mejor lo define una ilustre magistrada “populismo punitivo”.