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Populistas, uníos
Esa idea es la que también venden los medios de comunicación, que son también afectos al poder en Latinoamérica.
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Viernes, 3 de Agosto de 2018

Falló la democracia liberal. Incluso la bastante restringida de Latinoamérica. En pasada columna registrábamos un análisis de Foreign Affairs sobre la victoria de López Obrador en México, y en esta, haremos un ejercicio similar, a partir de un artículo de la misma revista, donde veremos cómo va el proceso electoral que se lleva en Brasil, titulado “¿Podrá el próximo presidente de Brasil ser un nacionalista derechista?”, escrito por Bruno Carazza, escritor brasileño.

El artículo da pistas de porque el populismo encuentra tierra fértil en Latinoamérica, siendo la principal que gobiernos, supuestamente democráticos, desinstitucionalizan el país con la consiguiente afectación económica que, en sociedades de creciente clase media, hacen que ésta se “entusiasme” con un líder que promete destruir la corrupción y llevar su país a un mejor destino económico. Lo que nunca dicen es como, y antes por el contrario, sus propuestas, por ilógicas, llegan a ser contradictorias.

En el caso del actual proceso electoral presidencial brasileño, donde el nacionalista de derecha Jair Bolsonaro está liderando las encuestas, cuyo crecimiento ha sido impresionante,  del 5% en julio de 2016, a cerca del 20% hoy, comparado con un 10% a 15% de su principal rival Marina Silva del partido Red Sostenible, y detrás de ellos, Ciro Gomes del Partido de los Trabajadores, el del detenido y por eso, imposible candidato Lula da Silva, y Geraldo Alckim del partido Social Demócrata Brasileño.

Su apoyo le viene de la clase media educada, como en Colombia, así como de los residentes de ciudades pequeñas a medianas en el interior del país. Detrás de estos números están desastrosos gobiernos anteriores, que como en otros países, pongamos por caso México y Colombia, han puesto en el poder un populista o lo han dejado a las puertas del poder.

En Brasil un gran escándalo de corrupción, implicó a los principales partidos y al sector privado, destapado en la llamada “Operación lavado de carros”, que llevó a salir del poder a la presidenta Dilma Rousseff en 2016. Igual que en otros países latinos, en Brasil la irresponsabilidad fiscal y las políticas económicas antidesarrollo llevó a que el PIB del país se redujera en un 8,6% entre 2014 y 2016.

La recesión dejó sin empleo 13 millones de brasileños. Cuando el desempleo en algún país de Latinoamérica no crece es porque se cambió la “metodología de cálculo”, como en Colombia. Y ante esto, Carazza lapidariamente escribe: “corrupción rampante con crisis económica es una receta venenosa en un año electoral”. Y concluyó yo diciendo que es el caldo de cultivo de los populismos.

Bolsonaro, conocido como Bolsomyth, para superar el problema de violencia urbana propone la liberación en la venta de armas, y cero tolerancia al crimen. Ataca la interferencia china en Brasil, y prometió enfrentarlos. Se opone a la legalización del aborto, la liberación de las drogas y otras políticas sociales. Ataca también la alta carga impositiva, la pobre calidad de los servicios gubernamentales, y como todos, la corrupción endémica y la escasez de oportunidades.

No se sabe si ganará, pero lo preocupante es la facilidad con que en Latinoamérica los populistas, diciendo lo que la gente quiere oír, gana adeptos que “creen” que la corrupción y las malas políticas económicas es por culpa de “gente corrupta”, y no por un modelo estatal semifeudal que tiene la corrupción como base. Y en vez de cambiar de modelo, quieren cambiar de líder. Esa idea es la que también venden los medios de comunicación, que son también afectos al poder en Latinoamérica. 

Restaurar la confianza pública en el estado e impulsar una política económica para lograr crecimiento económico sostenible y en equidad, deberían los retos del próximo presidente de Brasil, y de todos los presidentes de Latinoamérica, mientras que lo que surgen son retoricas populistas irresponsables y un decepcionante ejercicio de gobierno, cuando lo logran. Definitivamente el modelo semifeudal latinoamericano es bastante resistente, y nos seguirá manteniendo como la región del planeta con peores expectativas futuras.

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