Uno de los ejemplos más oprobiosos que se haya podido cometer contra la libertad de prensa y la libre expresión, lo constituye la permanente agresión del gobierno venezolano contra el diario El Nacional.
Primero lo acosaron con la publicidad y quien se atreviera a darle anuncios al periódico era señalado por el gobierno, quien de inmediato tomaba represalias. Después se le prohibió venderle papel y El Nacional se vio obligado a suspender su edición impresa, que llegaba hasta los 250.000 ejemplares en los domingos.
Con estas medidas, el periódico tuvo que reducir su nómina que alcanzaba los 1.100 empleados y dejar en operación solo 50; es decir 1.050 personas perdieron su forma de sustento y quedaron en la calle, en medio de un régimen que no estaba en capacidad de ofrecer una sola plaza de empleo, pues los niveles de desocupación alcanzan los más altos índices de la historia.
Pero lo admirable es que, a pesar de ese sombrío panorama, el director del periódico sigue alentando a sus lectores y sigue también pregonando por el retorno de la democracia, así sea con una reducida posibilidad, tal como lo ha colocado el gobierno, con su implacable persecución, que le significó también que el régimen le quitara el edificio en donde funcionaban y les impusiera una multa absolutamente absurda e impagable que llega a los 13 millones de dólares.
Es también la razón por la cual ya han desaparecido de Venezuela 61 medios impresos, canales de televisión y estaciones radiales. El gobierno no admite oposición de ninguna clase y quien se atreva a opinar en contra de la dictadura, inmediatamente es sometido, por no decir que masacrado.
Los medios de comunicación van a tener que diseñar una estrategia de respaldo a ese medio, pues si llega a cerrar definitivamente, no será otra cosa que un monumental golpe a la libertad de expresión, y desde luego a los instrumentos democráticos de una nación.
Quienes ejercemos el libre derecho de la expresión, no podemos dejar de protestar ante el mundo por este oprobioso hecho, que pretende revivir la época de las cavernas y que solo es posible observarlo en las concepciones de una repudiable dictadura.
La libre expresión está siendo pisoteada; el pueblo venezolano está siendo sometido hasta en sus más íntimos sentimientos y aquellas libertades por las cuales lucharon hasta su muerte los héroes de la patria hace 200 años, hoy se desconocen de manera afrentosa, vergonzosa y humillante.
Si el diario El Nacional de Caracas muere, morirá también una buena parte de la libertad americana, es decir, retrocederemos 200 años y el despotismo quedará rampante.
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