Conciudadanos del mundo:
Habéis presenciado mis esfuerzos por llegar a donde llegué, con la ilusión de encontrar un mundo amigable, alegre, sin odios, sin violencia. Esperaba encontrar un vividero, donde cada quien se dedicara a lo suyo y dejara vivir a los demás en paz.
¿Y qué encontré? Un miercolero. Un desbarajuste total sin pies ni cabeza, que no lo endereza ni el patas. Os hablaré con toda franqueza: Me equivoqué de mundo. Y vosotros seguramente os estáis equivocando conmigo. Yo no puedo hacer milagros. El único que hace cosas extraordinarias es Dios. Yo soy un simple año. Un número que alguien inventó.
Ya sé de los preparativos que vosotros hicisteis para recibirme. Os vestisteis de calzoncillos amarillos a la media noche. Comisteis las uvas del deseo, una por cada mes. Os atragantasteis de viandas en la cena de Añonuevo, brindasteis en mi nombre y os disteis abrazos y picos aguardientosos, deseándoos unos a otros el mejor de los años.
-Brindemos –gritasteis todos, y alzasteis vuestras copas pletóricas de ron, vino o ajenjo.
Todos felices, quemando pólvora, con música a todo volumen, echando globos, bailando apretujados y jartando guarapos de distinta clase hasta el amanecer, todos creyendo que conmigo empezaba una nueva vida.
-Ahora sí se compuso esta vaina –decía un borracho, dándole picos a su mujer.
-Este año sí rebajaré los quince kilos de peso que me están sobrando –repetía la gordita simpaticona de la loma.
-Este año viajaré por el mundo entero –dijo una muchacha y agarró una maleta y echó a correr como loca por las calles del barrio.
Y así cada quien hacía planes y proyectos, y yo callado, meditando en la vacaloca que me había metido, mientras más allá, en la avenida, le metíais candela a mi antecesor, y le explotabais bombas en su interior y regabais sus cenizas al viento porque no queríais saber nada de ese 2022.
Entonces yo me pregunto: ¿Dentro de un año haréis lo mismo conmigo? ¿Me quemareis también si no rebajáis los quince kilos, si no conseguisteis plata o si no levantasteis marido?
Os repito, ciudadanos del mundo: Yo no tengo la culpa de todo lo que está pasando. La pandemia no es cosa mía. La guerra entre Rusia y Ucrania es asunto viejo, y fueron los colombianos los que eligieron a Petro. De tal suerte que dentro de doce meses no me estéis juzgando por la peste que aún sigue, y por el gobierno que no da pie con bola, o por no tumbar a Maduro, o por no darle una palomita a Francia.
Yo sé que la gente es desagradecida. Os conozco, mosco. La ingratitud es el peor pecado que vosotros arrastráis a lo largo de vuestras escuálidas vidas. Por eso me atrevo a pensar que, aunque este años os vaya bien, aunque yo me porte del carajo con vosotros, así y todo, me vais a chamuscar. Con vosotros no me hago ilusiones de ninguna clase.
Y os advierto, de igual manera. Es mejor que no ensilléis el burro antes de tenerlo amarrado. Conmigo no os hagáis pajaritos en el aire. O trabajáis u os lleva el que sabemos. O le salís al astro, u os carga el Mandingas. El gobierno no puede daros todo lo que estáis esperando. En otras palabras, “A trabajar, vagos”, es mi consejo.
Espero de esta manera dejar en claro mi posición. Yo os doy 365 días de oportunidades, 12 meses de esperanzas y 52 semanas de trabajo. Ese es mi compromiso. De ahí en adelante, la tarea es vuestra. He dicho.
gusgomar@hotmail.com
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