Pensar que la apertura de los puentes comerciales es solo un acto simbólico resulta una ingenuidad tan grande como pensar que las dificultades se superan de la noche a la mañana. Es cierto que siete años de agresiones, señalamientos y desconfianzas no se recuperan con una foto en la mitad del puente Simón Bolívar. Por esto, la población y las autoridades de la frontera tienen enormes retos en el camino que conduce a la reconstrucción de las relaciones entre Colombia y Venezuela.
1. Las asociaciones de comerciantes y los gremios industriales tomaron las banderas de establecer canales de comunicación entre ambos países y reconstruir los puentes culturales que nos unen. Sin duda, fue un gran avance para la región. Su próximo reto consistirá en fortalecer el trabajo ya realizado y vincular a las instituciones públicas en torno a esa parte del comercio que insistirá en seguir moviéndose por las trochas.
2. El fracaso de las relaciones diplomáticas es una responsabilidad que los gobiernos deben asumir y no se puede repetir. Los caprichos de Iván Duque y Nicolás Maduro se miden en vidas y vulneraciones a los derechos humanos en la frontera. El gran reto de la diplomacia será establecer pautas para que las relaciones entre los dos estados no vuelvan a quedar al antojo de los gobiernos de turno. La comunidad internacional, las agencias de cooperación y los gremios de la región deben ser garantes de ello.
3. La zona fronteriza es un amplio territorio que va más allá de las ciudades. Por esto, un reto binacional para las regiones será dejar de ver a la frontera como una zona excluyente y entender que hay algunos asuntos que pueden pensarse de forma compartida. En este camino ya se había empezado a andar con la propuesta de la Zona de Integración Fronteriza – ZIF entre Táchira y Norte de Santander. Se puede construir sobre lo construido.
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4. Las afectaciones incalculables que se siguen presentando en materia de seguridad implica asumir que nuestros problemas son binacionales. Lo que pasa en el Estado Apure genera consecuencias en Arauca, Boyacá y Norte de Santander. Hablar de paz total en el país también conlleva encontrar la forma de negociar o someter a los grupos armados ilegales que están presentes en ambos territorios. Esto tendrá que hablarse en los diálogos de paz y Venezuela deberá tomar decisiones sobre la forma en que asumirá la presencia de estos grupos en su país.
5. Las angustias de las personas refugiadas y migrantes en el mundo no pueden minimizarse. Hoy se calcula que 6.805.209 personas venezolanas salieron de su país, de los cuales hay 2.477.588 en Colombia. El drama humanitario no cesa con la apertura de los puentes. El reto de Migración Colombia y la Cancillería en este campo será conminar al gobierno venezolano a reconocer que el éxodo no es un invento de “países enemigos”. Su negación es un acto de inhumanidad que le resta, aún más, credibilidad ante la comunidad internacional
La confianza entre los comerciantes, los gobiernos y los pueblos de Colombia y Venezuela fue la gran derrotada en estos últimos siete años. Reconstruirla no será una tarea sencilla. La compra y venta de mercancías es un paso importante, pero no basta. Las autoridades y las personas que habitamos la frontera persistiremos en la idea de que el diálogo es la mejor forma para resolver los problemas entre países que la historia y la geografía comprometió a ser hermanos.
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