Estamos próximos a conmemorar otra vez una fecha muy especial, la reivindicación de los derechos y deberes del género femenino, más conocido como el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo.
Es indudable que estamos lejos de festejar algo cercano a esta fecha; se repartirán flores, chocolates y besos, pero como colectivo aún no entendemos el valor de la feminidad y su importancia en el rol social, máxime cuando se pone en duda la biología y la condición natural de la creación, de lo que significa en la expresión “ser mujer”. Y resulta más asombroso seguir leyendo noticias relacionadas con casos, cada vez más fuertes, de abuso y violencia contra las damas.
Pero lo anterior no puede opacar la triste y vergonzosa realidad que está viviendo nuestra ciudad y el Área Metropolitana. Se salió de las manos la seguridad, el orden y el control de las comunidades. No comprendo en qué momento la insensibilidad y la barbarie se apoderó de nuestra ciudadanía, cuál es la explicación detrás de los macabros hechos de los últimos días; el descuartizamiento como práctica salvaje de Homo sapiens a otro de su misma especie, se nos volvió familiar; las masacres, granadas de fragmentación en pleno centro de la ciudad, personas con armas automáticas y subametralladoras que intimidan a las personas; secuestros, extorsiones, microtráfico, homicidios en persona protegida, robo y hurto calificado, violencia sexual, intolerancia social, conductores embriagados, golpes, ira y violencia como única alternativa de solución de conflictos.
Las autoridades impávidas frente a los hechos, “buscan el ahogado río arriba” y responsables que no aparecen. Ahora resulta que los ciudadanos debemos autoprotegernos y salir a la defensa y seguridad de nuestros bienes y honra. ¡No!, así no está hecha la ley, no queremos más consejos de seguridad sin resultado alguno.
Estos temas deben ser tratados con inteligencia, con todas las fuerzas reunidas y con presencia en la totalidad de las zonas, sobre todo en especial, las más afectadas. Cada uno debe asumir la responsabilidad profesional, pública, penal y disciplinaria de su cargo. El alcalde es el máximo comandante de las fuerzas en la ciudad y debe activar mecanismos eficaces, de tal manera que sean asumidos por la ciudadanía con la mayor rigidez, colaboración y apoyo.
Basta ya de la barbarie que asesina y silencia los sueños de miles de ciudadanos que buscan que Cúcuta y su Área Metropolitana se conviertan en una zona de desarrollo, de turismo, de comercialización y de historia; que volvamos a recuperar la dignidad de nuestros antepasados cuando éramos denominados la Perla del norte, no naturalicemos estas problemáticas. Debemos hacer algo de inmediato, es una orden constitucional y un deber moral, de lo contrario, es necesario tomar medidas penales y disciplinarias por acción o por omisión de las responsabilidades propias de cada uno.
¡No más sangre en nuestra ciudad, no más violencia! Debemos entender que como sujetos estamos dotados de la razón e inteligencia y que podemos resolver nuestras diferencias como civilización y no por medio de la violencia y barbarie. No es con meras cartillas o discursos demagógicos que la seguridad retornará, son acciones concretas que den resultados. Somos capaces. Detengan ya la barbarie, la sociedad así lo exige. No más violencia, queremos resultados.