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¿Qué haríamos sin ellas?
Anverso y reverso.
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Martes, 8 de Marzo de 2022

Hace algunos años publiqué un  libro con este mismo título,  qué se vendió como pan caliente.  A petición de algunos lectores, hoy, Día de la mujer,  reproduzco uno de los artículos de ese libro:

“Yo soy feminista  por naturaleza. Defiendo a las mujeres a capa y espada, por una razón muy sencilla: ¿Qué sería de nosotros los hombres o los que se las dan de hombres, sin ellas? 

A veces me pongo a pensar  (de vez en cuando también yo pienso) cómo sería este mundo de desabrido, insípido y sin gracia, si no hubiera mujeres. Tener que picarle el ojo a otro hombre, por ejemplo, o amanecer cualquier día con ganas de decirle a un compañero de trabajo “cómo te sienta de bien esa guayabera”, o “Beto, te traje una chocolatina”. ¡Qué tal eso!

Con lo emocionante que resulta que una vieja o muchacha le diga a uno “que si le regala los ojos aunque sea por un  rato”;  o que cuando suene el celular ella corre a contestar  porque sabe que es uno el que la llama; o  que se aprenda un poema de Neruda para decirnos: “Para que tú me oigas mis palabras se adelgazan a veces”. Eso sí es emocionante. En cambio,  recibir piropos de hombres, debe ser algo muy frustrante.

Por eso es por lo que pregunto jalándome los cuatro pelos que me quedan ¿Qué hiciéramos, por Dios, sin mujeres? Y no me refiero solamente al aspecto sexual sino a otros menesteres de la vida cotidiana: ¿Quién, por ejemplo, nos pegaría los botones de la camisa? ¿Quién nos arreglaría la cremallera del pantalón? ¿Quién nos cortaría los pelitos de la nariz o las uñas de los pies, cuando no hay tiempo ni plata para ir al salón? ¿Quién les limpiaría a los bigotudos los restos de sopa que infaliblemente les quedan enredados en el bigote? ¿Y quién les arreglaría a los encorbatados el nudo de la corbata que siempre se les tuerce?  ¿Y quién nos ayudaría  a escoger el color de los calzoncillos para que hagan juego con las medias y la camisa?

Nadie como las mujeres para  ser tiernas, con esa ternura infinita que ellas son capaces de dar cuando no están peleando o gritando o arrugando el ceño. Y es que a las mujeres se les riega la ternura por todo el cuerpo. Por eso a veces toca desnudarlas. Aunque en ocasiones no es necesario. Se les ve por encima. La ternura.

Definitivamente que haya mujeres en el mundo es la prueba más fehaciente de que Dios existe. Ellas alegran el mundo, aunque también lo entristecen. Ellas son la sal de la vida, pero a veces se pasan de sal. Ellas lo dan todo por amor, aunque algunas no dan nada. Ellas saben a cielo, lo malo es que el cielo es insaboro.

Sin mujeres los hombres seríamos como ciego sin bastón, como músico sin instrumento, como carro sin llantas. Seríamos celular sin batería,  campanario sin campana, río sin agua.

De modo que hoy  es obligación hacerlas felices. Hoy y siempre. Que se emocionen, que toquen el infinito con las manos y los pies, que se sientan consentidas, preferidas, únicas. Hoy toca darles lo que quieran, el tiempo que quieran y como quieran.

Dios nos dejó sin una costilla, es cierto, pero nos dio lo más bello y dulce que hay sobre la Tierra.  También las hay feas y amargadas, pero es que los hombres somos masoquistas.  Sí. Ellas y sólo ellas son las que mandan. Para eso las hizo el Creador.  

 

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