Este año, cercano a terminar y como generalmente sucede con todos los ciclos anuales, hay de todo como en botica –como dice el viejo adagio-; algunos le pondrán un color y otros el contrario, para unos fue el peor de la historia, para otros de los mejores, en fin, puede aplicarse aquellos de que cada cual habla de la fiesta dependiendo de cómo le fue en ella.
Podemos empezar diciendo que fue un año en el cual no pudimos derrotar al virus productor de la COVID-19, pese a que debemos reconocer que hubo adelantos importantes, si lo comparamos con pandemias previas en la historia de la humanidad –piénsese en la mal llamada ‘gripe española’ de los primeros decenios del siglo anterior-, pero todo indica que, pese al desarrollo de las vacunas, seguiremos teniendo que lidiar en el año que viene con variantes diversas del virus y siguiendo con medidas de bioseguridad y restricciones para volver a lo que algunos llaman ‘la normalidad’.
Diría, sin ser especialista en el tema pero sí tratando de estar bien informado, que razonablemente el manejo de la política de vacunación del gobierno nacional y gobiernos locales fue aceptable y lo digo pese a que no comparto la mayoría de las políticas públicas del actual Gobierno.
Fue un año en el cual el malestar social, especialmente de los jóvenes, se expresó y de qué manera, aprovechando la convocatoria del Paro Nacional por el Comité Nacional del Paro; lamentablemente a la respuesta de la Fuerza Pública le faltó inteligencia, tacto, protocolos precisos, seguimiento y el resultado fue desafortunado.
Lo positivo de todo eso fue la decisión del Gobierno y del mando policial de promover una reforma policial, cuyos resultados serán para el Gobierno siguiente y ojalá contribuyan a acercar la acción policial a la ciudadanía, es decir aumente la legitimidad de la institución previa reforma de aspectos fundamentales.
Los grupos ilegales denominados disidencias de las extintas Farc, recibieron golpes contundentes en sus mandos y las dejaron muy maltrechas y altamente desprestigiadas; pero la seguridad, especialmente en determinados territorios no sólo no mejoró, sino que empeoró y la situación de asesinatos de líderes sociales y excombatientes de las extintas Farc siguió siendo un tema de preocupación nacional e internacional.
El Gobierno y sus mayorías aliadas en el Congreso consideraron que la respuesta era aumento de penas y procedimientos sancionatorios, sin contemplar de manera central la necesaria política social y de trabajo y cooperación con los sectores sociales afectados. Es probable que la nueva ley de seguridad ciudadana sea altamente ‘corregida’ por la Corte Constitucional, perdiendo mucho de su trabajo.
Las fuerzas políticas opositoras al actual Gobierno –de centro y de izquierda-, fueron incapaces, igual que en el pasado, de unirse para intentar un frente común que garantizara una razonable posibilidad de éxito y como adicionalmente primó una tendencia anti-partido político en todos, lo que tuvimos fue una explosión de candidaturas de espontáneos que consideran que pueden llegar a ser candidatos a la Presidencia de la República, por lo cual se impuso, afortunadamente, realizar cerca de tres o cuatro consultas con las elecciones de Congreso, sin embargo tendemos para primera vuelta presidencial fácilmente siete u ocho candidatos presidenciales y por consiguiente la imposibilidad de un triunfador en primer vuelta.
Las elecciones de Congreso igualmente ayudaran al necesario ‘polo a tierra’, especialmente de sectores que sueñan con ‘cambios’ cuasi-revolucionarios, lo que parece poco probable y ubicará las posibilidades y límites de esos cambios –en el análisis de políticas públicas aprendemos que casi siempre los cambios son más incrementales, que cambios muy radicales-, cambios que por supuesto los habrá.