La visita de su Santidad el Papa nos ha alterado de tal modo, que ni sabemos dónde estamos parados. Parece que todo se nos hubiera olvidado, inclusive la pobreza, el desempleo, la crisis, la violencia, todo. Solo nos acordamos de que el Papa viene. ¡Qué impertinencia hablar de otras cosas y pensar en ellas, por lejanas que se vean de tan descomunal noticia!
Pero como tantas veces ocurre, el primer oficio del periodista es la impertinencia. Así que a recordar lo que no puede olvidarse y a pensar en lo que juzgan tantos impensable.
Pedimos permiso para repetir la historia de los cuatrocientos mil dólares que Odebrecht regaló a la campaña de Santos en el 2010. No se sabía mucho entonces de las malas andanzas del gigante brasilero, como lo repiten los invitados a explicar esa dádiva tan generosa, que permitió llenar de afiches las ciudades, las carreteras y los campos de Colombia para el día electoral. Cuatrocientos mil dólares son muchas imágenes de nuestro bien parecido presidente. Y para un pueblo tan espontáneo e impresionable como el nuestro ese alud de propaganda pudo ser muy eficaz.
Pero al margen del impacto que aquello tuvo, vale que nos expliquen cómo uno de los grandes contratistas del Gobierno aceita la maquinaria propagandística entregando semejante puñado de dólares a los amigos del doctor Santos. La operación es ilegal por donde se la mire. Una firma extranjera no puede contribuir a una campaña, mucho menos en Panamá y mucho menos de espaldas al Consejo Nacional Electoral. Y Santos tuvo que saberlo. No se recibe en sus toldas semejante alud de papel impreso con su figura, sin que el candidato lo sepa, lo autorice y lo disfrute.
Dicen los campesinos nuestros que vaca ladrona no olvida el portillo. Y tanto menos que una vaca, un presidente de la República. De modo que en la campaña del 2014 volvió a la vieja andanza, corregida y mejorada. Así que esta vez no se limitó a los cuatrocientos mil dólares de aquella primera empresa, sino que consiguió un millón de ellos, cosa curiosa, del mismo donante, en las mismas secretas condiciones y en la misma República y ciudad de Panamá.
Propaganda Sancho, de casualidad uno de los grandes beneficiarios de la frondosa publicidad del régimen, no nos ha querido contar el destino de semejante opíparo regalo de Odebrecht. Ni una palabrita. Se ha limitado a decir que seguirá cooperando con las autoridades, deliciosa manera de no decir nada. Pero no le quedará más remedio que explicar cómo le entregó a Santos el dinero o reconocer que se lo quedó, como dicen en España.
Por supuesto que Sancho no se robó el dinero que venía con destino al Presidente y candidato. Como tampoco se robaron los cuatrocientos mil dólares de cuatro años atrás. Por donde tenemos que la campaña, y su jefe, por supuesto, tendrán que explicar un montón de cosas o aceptar responsabilidades, administrativas unas y penales la mayoría. Si Santos afrontara un juicio justo, sería destituido y pararía en la cárcel.
Los sobornos de Odebrecht han producido repulsa y asco en el mundo entero. Pero nos parece que más grave que todos los que se conocen, viene esta trapisonda con el Presidente Santos. Un contratista del Estado, extranjero además, de tan horrenda conducta, entregando por debajo de la manga un millón de dólares a la campaña del Presidente en ejercicio, se supera en su indecencia. Pero el que recibe, lo hace peor.
Las cuantías engañan. Un milloncito de dólares no es mucho en este piélago de inmundicias. Pero comprar un presidente es otra cosa. ¿No les parece?