Hemos leído en los últimos días a columnistas abiertamente santistas buscando distancia con el gobierno Petro. Juan Manuel Ospina, Mauricio Cárdenas y Vladdo, entre muchos, de manera tibia han hecho “recomendaciones” al presidente Petro para una “mejor” gestión. Pero el inefable Roy Barreras, hoy flamante presidente del Congreso menos admirable en la historia del país y santista declarado (aunque él ha sido de todo), fue más lejos al apoyar a la fiscalía al no permitir liberar y detener órdenes de captura de cabecillas del crimen organizado con los que Petro “negoció” un cese al fuego bilateral, que nadie sabe cómo se verifica o monitorea. Parece más un acuerdo de “dejar hacer” al crimen organizado. ¿Qué hay detrás de esta posición y de su “urgencia”? Pregúntenle a Gustavo Bolívar.
Pero volviendo al tema, ¿por qué el santismo está tratando de marcar diferencia con el gobierno al que ayudo a elegir y del cual está “enmermelado”? Con Juan Manuel Santos aplica la frase, piensa mal y vas bien. Lo más posible es que sea una táctica como la de las presidenciales al poner un falso centro que hiciera unidad de gestión con la izquierda, para confundir al votante como con el famoso eslogan “Ni Uribe Ni Petro”, que solo era para buscarle otra opción a Petro. Otra posibilidad, no excluyente con la anterior, es que Colombia, gracias a la paz total, se está consolidando como el mayor productor de coca en el planeta y un narcoestado puro, como la vecina Venezuela y eso está haciendo sonar alarmas en Estados Unidos que no demora en acelerar la presión sobre el gobierno Petro. La primera medida es la nueva embajadora en Colombia, militante republicana y de línea dura. El nobel, que se ha vendido en el exterior como un demócrata progresista, no quiere que su imagen se erosione, pues afectaría su más preciado don, un ego monstruoso, aunque en la medida que retroceda el progresismo gringo, esto le será más difícil de mantener. Lo claro es que el Santismo no está marcando distancia con el gobierno Petro buscando ayudar a salvar, como diría Chávez, la moribunda democracia colombiana. Santos no tiene límites morales ni ideológicos solo ego, así cueste un país.
Lo que quieren Gustavo Bolívar y ahora Juan Manuel Santos es ratificar el “cambio” en las elecciones regionales; vale todo, como en las presidenciales. Ante la moribunda democracia colombiana, ya vuelan los buitres.
Notícula. La inseguridad en Colombia en todas sus dimensiones, física, jurídica y ante desastres naturales está incontenible por la impunidad y por franca incompetencia adobada con consignas ideológicas. La impunidad sesgada que hace mucho maneja el sector judicial en su postura política “progresista”, ahora se ve agravada por la inmovilidad que el gobierno Petro le ha impuesto a las fuerzas de policía y militares, que solo se defienden hoy de ser criminalizadas por cumplir con su deber. Petro y su ministro de defensa, con apoyo de cúpula militar y policial santista, han convertido a las fuerzas de seguridad del estado en eunucos ante el crimen organizado y común. Pero, además hemos visto desastres por lluvias y deslizamientos que el gobierno solo se lo atribuye el cambio climático y no hace nada. Ideologización más incompetencia más irracionalidad han puesto la vida, honra y bienes ciudadanos en su momento más delicado.
La historia enseña que cuando el ciudadano siente que el estado ya no le brinda seguridad y queda sometido al hampa, lo que se viene no es la paz total, se viene la guerra total, la anarquía, y la desaparición del estado pues sin orden no es posible que haya sociedad al perderse la confianza, el cemento social. Como dijo el alcalde de Lima”, López Aliaga: “El daño es la falta de confianza. Cuando no hay confianza no hay inversión. Cuando no hay inversión no hay trabajo. Cuando no hay trabajo no hay consumo. Así de simple es la economía”. Estamos avisados.
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