La mayoría de las actividades humanas están acompañadas –en ocasiones determinadas- por la presencia o el predominio de estos elementos y mucho más el comportamiento electoral de los ciudadanos.
A veces pensamos, que los ciudadanos en elecciones tienden a actuar racionalmente y que por lo tanto su decisión va a responder a un proceso en el cual escoge la opción política o el candidato que consideran expresan la mejor propuesta programática –lo que supondría leer o conocer todas o las más relevantes propuestas para decidirse por una-; algunos incluso consideran que ese debería ser el comportamiento electoral deseable y lo asocian a lo que denominan ‘voto de opinión’ o un comportamiento electoral moderno, en contraste con lógicas como las clientelistas o las derivadas de las fidelidades partidistas. Pero eso sería desconocer que los seres humanos son portadores de sentimientos, pasiones y necesidades que inciden en su comportamiento.
Por ello la emoción y en general los sentimientos que le produzcan a los ciudadanos, ya sea sus partidos o movimientos políticos –ese fue uno de los componentes fundamentales para explicar comportamientos, aún violentos durante la denominada violencia bipartidista, en nuestra historia política entre los miembros de los partidos liberal y conservador- o sus dirigentes, líderes o caudillos y por ello es muy importante el rol que ha jugado en nuestro país y en Latinoamérica el caudillismo. Podríamos decir que en muchas ocasiones una de las funciones que cumplen en las campañas electorales las manifestaciones, es justamente estimular las emociones de los miembros de una colectividad o los seguidores de un líder político y en ello jugaba –¿juega?- la oratoria y las habilidades histriónicas del líder político. Pero es también esta dimensión emocional lo que explica, en campañas recientes, incluida la actual, el uso de expresiones como ‘tibios’ o ‘extremistas’ de derecha o de izquierda, que en la mayoría de casos no son sino manifestación de ese componente emocional, propio de los períodos electorales.
Igualmente se considera, que parte del rol que pueden jugar las encuestas o sondeos de opinión, más allá de las intencionalidades que tengan, es a estimular sentimientos propensos a inclinarse por una u otra opción política o candidato, en la medida en que un comportamiento bastante generalizado en los seres humanos es buscar sumarse a la opción ganadora, o lo que podríamos llamar subirse ‘al tren de la victoria’.
Pero también el factor necesidad es un elemento fundamental para definir las decisiones electorales, por lo menos en tres perspectivas; se dice con frecuencia que uno de los elementos determinantes del comportamiento de los votantes es ‘cómo está su bolsillo’, es decir cómo están sus ingresos para determinar el voto, pero igualmente esta necesidad es la que podría determinar, dependiendo de las opciones económicas y de empleo que propongan, a qué candidato o partido apoyar electoralmente, así como también, podría ser un elemento de explicación –no de justificación- a conductas reprochables como la ‘venta del voto’ en algunas elecciones y con cierta recurrencia en algunas regiones. En síntesis, se considera que los intereses, asociados a las necesidades de los potenciales votantes, son igualmente un factor que incide en cómo votarán los ciudadanos.
Para concluir, tratar de ganar el voto de los miembros de una colectividad política o una nación, requiere que los partidos o movimientos políticos y los candidatos, sean capaces de construir estrategias políticas que respondan, por lo menos parcialmente, a las necesidades de los ciudadanos, que igualmente ‘toquen’ las sensibilidades y emociones de ellos y articular programas que tengan la suficiente coherencia para que sean leídos y asumidos por aquellos ciudadanos que esperan propuestas con un cierto componente de racionalidad.