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Redes de conocimiento y desarrollo socioeconómico
Extraer desarrollo de nuestra capacidad de aprender es más efectivo que extraerlo de los recursos naturales.
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Viernes, 28 de Julio de 2017

Para el profesor del Massachusetts Institute of Technology (MIT), César Hidalgo, el verdadero desarrollo tiene que ver con la acumulación de conocimiento, y la capacidad de aprender.  El Dr. Hidalgo, con 37 años, es considerado por la revista Wired UK como una de las 50 personas que están cambiando el mundo. Él asegura que: “pensar industrias a partir de insumos, como litio, cobre, es muy inocente” y qué “la amplia literatura en economía geográfica está mostrando que las relaciones entre industrias se basan en conocimiento, no en materiales.”

Los ejemplos de César Hidalgo, para apoyar sus declaraciones, son muchos: “El Silicon Valley, no está en San Francisco porque las playas sean ricas en silicio. BMW no está un Múnich porque ahí abunda el mineral de hierro y carbón necesarios para fabricar acero. Y el hecho que Argentina, Chile, y Bolivia tengan litio no quiere decir que tienen conocimiento en cómo producir baterías de última generación”. 

Las propuestas que el Dr. Hidalgo ha expresado ante altos dignatarios mundiales, conducen a la necesidad de generar políticas para acelerar el aprendizaje colectivo, y también, para compartir datos de manera abierta. Las primeras, apuntan a las fuerzas migratorias, tanto internas como internacionales que conllevan el flujo de conocimiento. Las segundas, incluyen el desarrollo de plataformas de visualización y análisis de datos, como DataUSA (http://datausa.io) y el OEC (http://atlas.media.mit.edu) que facilitan la capacidad de entender las oportunidades que son posible para cada economía: “cuando dejamos de aprender, dejamos de desarrollarnos,” dice. 

Actuar en colectivo nos lleva a establecer redes sociales, pero aprender de manera colectiva nos lleva a establecer redes de conocimiento.  En redes de conocimiento, algunas relaciones son más perdurables, debido al objeto de conocimiento. Otras relaciones son más dinámicas, debido a que cambian con las necesidades de saber más o saber cosas diferentes. El balance entre relaciones perdurables y cambiantes, nos da la capacidad de ser adaptables y evolucionar de forma progresiva.

Para establecer redes de conocimiento, es necesario analizar nuestras preferencias y limitaciones. Es claro que tendemos a interactuar con actores similares. También que el aprendizaje se favorece a través de líneas étnicas, filosóficas y/o religiosas.

Conformar y mantener una red, depende de cómo nos relacionamos. Los atributos socio-económicos, los niveles de actividad y de popularidad de los distintos actores cuentan mucho. Habrá actores más influyentes que otros, y actores con mayor tendencia u oportunidad de hacer coaliciones, entre ellos o con otras redes. 

Para José Aguirre, investigador del Centro Nacional de Biotecnología de España, podemos: conectarnos con el actor más dominante, lo que puede terminar en un acto de sumisión que sólo beneficie al más fuerte; o generar “cooperación entre débiles”, lo que puede ser más provechoso para los pequeños. En todo caso, el resultado positivo o negativo de la conexión, dependerá de nuestra habilidad proactiva para establecer relaciones fructíferas.

Saber que estos son elementos forman parte de las redes de conocimiento es fundamental. Las redes tratan de cooperación más que de competencia, aunque esta última pueda ser utilizada como motivación. La verdadera pregunta, no es si se coopera o se compite, sino que a que escala se coopera, y a que escala se compite.  Dentro de un equipo, la cooperación debe superar a la competencia.

Participar de redes de conocimiento nos hace más fuertes, creativos e innovadores. Las interconexiones con actores de otras instituciones, pueblos o países, nos llevan a ser menos susceptibles a sufrir riesgos sociales por aislamientos económicos, o por adversidades ambientales. Las conexiones con comunidades vecinas, hace que el conocimiento crezca, particularmente por la diversidad de saberes

Estudios en los que he participado, dentro de grupos interdisciplinarios internacionales, sobre la caracterización de actores sociales en Colombia, han mostrado que existe baja participación de las personas en asociaciones u organizaciones. Nuestra restringida capacidad y habilidad para cooperar, no es suficiente para generar un tejido social por el que fluya el conocimiento.  

A pesar que tengamos la percepción que nuestras poblaciones son homogéneas en sus sentires y preferencias de desarrollo económico y social, es evidente que existe una marcada diferencia entre los intereses y acciones a nivel institucional. Basta ver la cantidad de agendas distintas de gobiernos, universidades y asociaciones civiles. 

En nuestro medio, lo que hacen unos pocos apasionados por su deseo de aprender colectivamente no llega a los demás. Lo único que queda, en una sociedad basada en las relaciones persona-persona más que en las relaciones organización-organización, es que cada quien luche con sus medios por su subsistencia.  Un camino contrario a lo que la lógica del aprendizaje y conocimiento colectivo apunta.

 

 

 

 

 

 

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