Yo creí, inocente que soy, que se había acabado la dialéctica de la yuca, que eligió un presidente al que le birlaron el cargo. Pero no. Sigue vigente y muy entera hasta el punto de que acaba de elegir, ni más ni menos que al presidente de los Estados Unidos, cargo que ha recaído en personaje de ópera bufa, quien fue propietario de Miss Universo y ahora tiene capacidad de iniciar la tercera guerra mundial.
Aunque los Estados Unidos no producen yucas si produjeron, caprichos del destino, un demagogo que logró imponerse con el viejo cuento de que todo tiempo pasado fue mejor. Para quienes no lo recuerdan, ese fue el lema que utilizó en 1970 el general Gustavo Rojas Pinilla para pegarle tremendo susto a la oligarquía colombiana, que vio finalizados sus días por la victoria en las urnas de la sencilla formula de señalar lo precios de los componentes del mercado y anotar que eran más baratos en el gobierno del anciano militar. Es como si hoy se usara la estratagema de preguntar si el país es más seguro ahora o hace diez años, o cuanto valía la gasolina y cuánto cuesta ahora.
En la carrera demagógica todo vale. Por eso se asusta a las viejas beatas, esas que van a misa diaria a las seis de la mañana, con el cuento de que se quiere igualar a hombres y mujeres con una cosa etérea que se llama ‘’igualdad de género’’. Algo que los homofóbicos entendieron como un invento de Satanás para corromper a las almas buenas, la principal de las cuales es la del dueño del Ubérrimo, aspirante a la reelección eterna, al estilo de Rafael Núñez, el autor de la horrorosa letra del himno nacional.
El peligro de la victoria de la dialéctica de la yuca en todo el planeta la denunciaron columnistas de prensa, quienes se asustaron con la aparición de las orejas del lobo, el animalito que llevó al poder a personajes tan peligrosos como Hitler y Pinochet, sin que la izquierda, que también ha producido peligrosos dictadores, como los hermanos Castro, el coreano nieto de viejo sátrapa y Maduro pudieran evitarlo. Es más fácil dar reverso a un tren que defender la democracia, sistema político heredado de los griegos y que se encuentra a punto de desaparecer en las garras de los demagogos de todas las naciones, sobre todo porque en Washington reinará desde enero un presidente que está nombrando en su gabinete a todos los ricachones de su país, con el propósito de volver a hacer grandes a los Estados Unidos, tarea bien difícil en un mundo globalizado donde ahora el gran ricachón es el dragón chino. Pero el hombre del copete nos embarcará en una época de la que espero peores días que los que sufrimos en los tiempos
del ‘’gran garrote’’, cuando nos robaron a Panamá.
¿Cuál es la salvación para esa noche oscura de la demagogia? Una idea es irnos a vivir a Marte, pero como eso no es posible, el camino es sencillo: defender la democracia, maestro, como dijo el coronel Plazas Vega cuando el M19 se tomó el Palacio de Justicia. ¿Y cómo se puede defender? Elemental, Watson, como decía el inmortal Sherlock Holmes: poner oídos sordos a los cantos de sirena del uribismo y agruparnos alrededor de la paz, un programa que no ha sido fácil pero que nos defenderá del asedio de la dialéctica de la nueva yuca, que ha recibido el nombre de ‘’seguridad democrática’’ para engañar a incautos de esos que creen que Satanás está disfrazado de presidente de apellido Santos, GPT
P.D. Siempre he sostenido que el único mal que no tiene remedio es la estupidez. Ejemplos se ven todos los días: un aviador que vuela sin gasolina y unos políticos que prefieren la guerra a la paz. También, viejos periodistas que cambian de bando en la tercera edad ¡Qué tristeza!