La más importante revista semanal revela un secreto que abre la puerta hacia el futuro: se está estudiando la posibilidad de crear una comisión de la verdad, similar a las que funcionaron en Argentina, Chile y Alemania, que permitieron conocer los secretos de lo acontecido en esos países durante las dictaduras y las etapas sombrías de su historia, algo parecido a la siniestra página que se conoce aquí con el nombre genérico de ‘’la violencia’’, durante la cual perdieron la vida unas 300 mil personas mal contadas, se destruyeron pueblos en casi todos los departamentos y se cometieron todo tipo de delitos, que nos dejaron como secuela nada menos que la guerrilla, los paramilitares, el desplazamiento de millones y el crecimiento desbordado de las ciudades, que se convirtieron en refugio de quienes eran perseguidos por sus ideas políticas o por sus pertenencias.
Bogotá, que era una aldea de diez mil habitantes es hoy una metrópoli de diez millones de personas, con todos los problemas que conlleva la aglomeración de gentes sin raíces, sin civismo, sin sentido de pertenencia, sin amor por las tradiciones, sin respeto por los mayores.
En fin, sin cariño por el terruño. Bogotá no es de nadie y es de todos. Eso explica por qué destruyen los semáforos, rompen el mobiliario urbano, se cuelan en los buses y no existe la menor posibilidad de que le cedan el asiento a una mujer embarazada.
La anarquía total ha permitido que Bogotá sea el refugio de gentes sin dios ni ley, que han delinquido a lo largo y ancho del país.
Aquí, por lo tanto, se refugian muchos secretos. Así, pues, el sitio exacto para iniciar el estudio de la verdad es la capital donde se asentaban los organismos de seguridad y los ministerios y otros organismos que tuvieron gran responsabilidad en los hechos.
Infortunadamente, no sobreviven los protagonistas de nuestra historia. Solo están los hijos o nietos de los expresidentes Olaya, López, Santos, Ospina, Gómez, Valencia, cuyos testimonios son de oídas, pero que pueden aclarar muchas dudas.
De los herederos de los ministros es muy poco lo que sobrevive, pero algo habrán oído a sus antepasados, así como yo escuché a mi padre, que era periodista Lamento mucho, y lo he dicho muchas veces, que los expresidentes colombianos no tengan la costumbre, como sus colegas de Estados Unidos, de dejar unas memorias.
Así se conoce parte de la historia, aunque quedan ocultos los secretos. Pero algo es algo.
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P.D. Me dolió la muerte de Otto Morales Benítez, gran señor y gran liberal. Nunca me quiso decir quiénes son los enemigos agazapados de la paz. GPT