Los recientes desastres causados por las altas precipitaciones de la primera época lluviosa del año, en condiciones neutras de fenómeno del niño, muestran la necesidad de la articulación de iniciativas y planes del riesgo a nivel municipal y regional en el Norte de Santander.
Hoy, reconocemos que existen dinámicas climáticas globales que impactan lo local cómo la Oscilación del Sur, más conocida cómo el fenómeno del Niño y la Niña. También reconocemos que acciones locales generan cambios en lo global, cómo la producción de gases de invernadero.
Hemos visto que la variación de la temperatura y el calentamiento global es un hecho, más que una tendencia. También sabemos que ante dinamismo climático, lo único que queda es ampliar nuestra capacidad de adaptación.
En Colombia, el niño y la niña generan también eventos extremos a los que debemos adaptarnos. Lluvias o sequías fuera de lo normal nos toman por sorpresa y son cada vez más regulares. Por ejemplo, en el área de Pamplona, una región donde anualmente caen entre 800 a 900 mm de lluvia, nadie hubiese esperado que el dos de octubre de 2010 ocurriese una avalancha producto de haber caído, entre las 12 del día y 1 pm, 32 mm de precipitación, como lo registró la estación meteorológica del IDEAM en la Universidad de Pamplona. A estos 32 mm, se sumaron los 24 mm que habían caído desde la 1 am del mismo día. Con ello se superó el promedio de 40 mm que caían diariamente. A pesar de ser un mes lluvioso y estar en condiciones de fenómeno de la niña, la memoria histórica de los pamploneses nunca había registrado una avalancha de esta magnitud.
Desde 2010 hemos notado que el Norte de Santander, y ciudades cómo Pamplona y Cúcuta, no están preparadas para responder al riesgo que pueden generar momentos de precipitación, o sequías, fuera de los promedios y considerados como extremos entre los extremos. Mucho menos sabemos responder a eventos súbitos como aguaceros torrenciales en cortos periodos de tiempo. Los tiempos de respuesta y recuperación que nos toma volver a condiciones de normalidad, son verdaderamente amplios, basta ver el caso de las vías del departamento afectadas desde 2010.
En el ámbito nacional, situaciones recientes cómo lo sucedido en Mocoa (Putumayo) y Manizales (Caldas), Inundaciones en Bogotá, muestran la urgente necesidad de generar conversaciones y acciones en cuanto al riesgo hidrológico y la vulnerabilidad de nuestras ciudades. Es hora de tomarse muy enserio la ley 1523 de 2012 para la gestión del riesgo en el que participa la sociedad para formular, ejecutar, dar seguimiento, evaluar políticas, y planes de gestión.
Los recientes sucesos en nuestra capital, muestra que uno de los mayores riesgos es el hidrológico, y que éste no tiene que ver sólo con avalanchas o inundaciones. El riesgo hidrológico tiene conexión directa con la generación y abastecimiento de comida, con la energía, la salubridad y el abastecimiento de agua. Integrar la política pública, las desigualdades sociales a distintas escalas, las dependencias entre rutas de transporte e infraestructura y las prácticas institucionales, en un contexto de desarrollo sustentable, es más que urgente en la región Nortesantandereana.
Proyectos en Centro América como el de “Adaptación al riesgo hidrológico en múltiples escalas en la megalópolis de la ciudad de México”, o MEGADAPT, que busca coordinar la respuesta de residentes, empresas y agencias públicas ante el aumento de inundaciones, la escasez crónica de agua y los riesgos asociados a la salud, son evidencia que el riesgo está presente en el diario vivir latinoamericano y que hay que actuar. Una iniciativa así, puede servir de referente para nuestro departamento que cuenta con una academia con capacidad y preparada para desarrollar proyectos de alto nivel.
Sensibles al riesgo hidrológico regional nos lleva a ser propositivos y juntar entonces: (1) la necesidad de actuar ante eventos hidrológicos extremos, (2) la necesidad de adoptar la normatividad de gestión del riesgo a nivel municipal para coordinar los consejos, fondos y oficinas de gestión del riesgo, (3) la oportunidad de contar con el saber de la academia pues tenemos excelentes doctores en temas de ingeniería, hidrología, y sustentabilidad, y (4) la posibilidad de acceder a los recursos en fondos de regalías para llevar a cabo los proyectos de investigación y las iniciativas sociales requeridas. En este panorama, sólo falta lo fundamental: (5) la conciencia, la voluntad y la decisión política para avanzar en el desarrollo planificado y sostenible del departamento, un imperativo moral ante potenciales desastres.