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¡Se corrompió la sal!
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Domingo, 29 de Marzo de 2015

Los colombianos pensábamos que la corrupción se limitaba a unos cuantos porteros y a unos abogadillos, de esos que pululan en los juzgados ofreciendo el alquiler de testigos.

Pero estábamos equivocados. El cáncer  había llegado más alto y ya había contaminado hasta la más alta de las corporaciones, nada menos que la impoluta Corte Constitucional, en la cual confiábamos ciegamente los ciudadanos del montón, que vimos cómo ésta tomó decisiones que afectaron positivamente la marcha del país del Sagrado Corazón y de todos cuantos creíamos que podíamos confiar en las decisiones del más alto tribunal, que al ejemplo de la antigua Roma transmitía cordura y sabiduría y fijaba los caminos por las que debía transitar el país para mantenerse dentro de la ruta de la democracia y la civilización.

Infortunadamente, nos equivocamos, como lo acaba de demostrar episodio protagonizado por magistrado costeño, que se atornilló en la curul a pasar de las denuncias y solicitudes de sus colegas, quienes estimaron que para defender la majestad de la justicia, y su prestigio, era necesario que el implicado en caso de corrupción presentara su renuncia y se hiciera a un lado, aplacando así un poco las críticas.

Atónitos nos percatamos que el problema que tanta tinta ha gastado en los periódicos había tocado fondo. Fue inútil buscar una solución pacífica.

El caballero de marras no quiso retirarse y transmitió pésimo ejemplo a sus compatriotas, quienes creíamos en las decisiones de la corporación creada por la Constitución de 1991, tras debates que se remontaban a varios años, en los cuales se sostuvo que era necesaria la creación de la corte, copiada de otros países más adelantados en materia de organización constitucional.  

La Asamblea Constituyente dio luz verde al organismo y loa abogados respiraron hondo, pues se consideró que, como en muchos otros temas, habíamos dado significativo paso adelante. Pero no se contaba con un problema que ha permeado todas las capas de la sociedad, la corrupción.

Por denuncia de un magistrado de la famosa corte se supo que uno de sus colegas, de cuyo nombre no quiero acordarme, como diría El Quijote, estaba involucrado en un tráfico de influencias para lograr sentencia en un juicio de tutela que beneficiaría a empresa petrolera por un valor de varios millones, un porcentaje de los cuales iría a los bolsillos del encargado de redactar el fallo.

El escándalo fue mayúsculo y de inmediato se consideró que el implicado debía dar un paso al costado y permitir investigación a fondo.

Pero éste rehusó dar vía libre a las investigaciones y después de mucho tira y afloje aceptó solicitar licencia de varios meses, pero sin hacer lo obvio, renunciar. Así se avanzó un poco en la solución del caso, pero sin que ocurriera lo que esperaba mucha gente, incluyendo varios togados,
 
La opinión pública, que está acostumbrada a los escándalos mediáticos en que han estado involucrados toda clase de personajes de la vida nacional, desde presidentes hasta ministros, parlamentarios y concejales, no ha podido asimilar con paciencia un acontecimiento que afecta las raíces de una de las ramas del poder público, aquella que se consideraba libre de todo pecado. Se comprueba una vez más uno de los tantos proverbios a los que nos acostumbraron los abuelos: ‘’Poderoso caballero es don dinero’’.  Tan poderoso que ha alcanzado a todos los estamentos, como lo prueba la falta total de autoridad al punto de que estamos al borde de caer en las garras  de una dictadura.   GPT          

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