¿Será el XXI, el siglo de Asia? En el siglo XIX, Europa consolidó varios imperios, siendo el principal el británico, que llegó a ser tan grande que se autodenominó el imperio “donde nunca se pone el sol”, seguido por el francés y el alemán, que formó tarde su estado nacional, fue el último en industrializarse y eso provocó el conflicto que desembocó en las dos guerras mundiales. Por sobre todo, el siglo XIX fue el siglo de la primacía mundial de occidente.
De esos conflictos mundiales surgió como potencia militar y económica el gigante norteamericano, Estados Unidos, también representante de occidente, el cual fue tan signado por la guerra fría del siglo XX, que cuando esta finalizó, por el fracaso rotundo del sistema de producción estatal central, no supo que hacer y creó el desequilibrio que hoy vivimos. Después de la Segunda Guerra Mundial, los grandes conflictos se dieron en Corea, Indochina (Vietnam y Camboya), Laos, Oriente Medio, de los cuales surgieron algunos como países de alto nivel de desarrollo, en especial Corea del Sur, que se sumó a Japón, y en especial China, hoy motor de la economía mundial, con un hibrido único de estado comunista con economía de mercado.
Antes de tratar de responder si este siglo será el de Asia, es bueno recalcar que los países de mayor crecimiento hoy son economías de mercado, mientras Latinoamérica viaja en sentido contrario a la corriente histórica principal, añorando economías estatales centralizadas como la paupérrima isla cubana y su aborto, aún vivo, el socialismo del siglo XXI, materializado en el estado fallido venezolano, con el mamertismo colombiano alabando a las fundamentalistas guerrrillas-narcogrupos, de corte estalinista.
Pero volvamos a la cuestión original de si Asia será el regente del siglo XXI. Europa no es contrincante, pues hoy lucha por buscar un modelo para reemplazar la frustrada sociedad del bienestar en una Unión Europea, desequilibrada en lo interno ante la crisis del modelo de bienestar y su resultado de “indignados”, jóvenes que saben que su futuro será peor que el de sus padres y abuelos, además del riesgo de atomización ante los intentos separatistas como el de Cataluña en España, por mencionar solo uno. Latinoamérica, ya lo vimos, se hunde cada vez más en el subdesarrollo y nadie apuesta por su futuro. África, el continente del que todos venimos, es una variopinta realidad que se mueve entre los conflictos del mundo árabe, la creciente Sudáfrica junto con Ghana y otros países que han logrado crear institucionalidad y los países subsaharianos que parecen condenados al hambre. África tiene complejidades tan brutales, históricas y religiosas, que tampoco aplican como candidatos al desarrollo. Oceanía, ya lo es.
Solo queda como líder Estados Unidos.
Los gringos han sufrido una crisis de liderazgo profunda que los ha hecho tener presidentes, a cuál peor. Desde el limitado George W. Bush hasta el carismático internacional Obama, pasando por el libidinoso Clinton, Estados Unidos no lograr cuajar una vez más en un liderato mundial indiscutible. El papel de Obama jugando a la apertura con el régimen cubano, la timidez con Venezuela y sentar a su Secretario de Estado en la Habana con las farc, planteó la debilidad del fuerte que le permitió ser retado en todas partes. La llegada de Trump, jugando al aislacionismo y su retiro del acuerdo sobre el cambio climático de Paris, hace que otros como China tomen las banderas de ese liderazgo como lo muestra la nueva relación China-Europa; retos inspiradores, como fue el programa espacial de los Estados Unidos, ahora pasa a China con el proyecto increíble de la nueva ruta de la seda. Para que Asia canalice su fuerza como líder mundial debe superar sus conflictos entre China y Japón e incluso India; debe mostrar que puede eliminar al loco norcoreano; debe ser creativo en el problema árabe-israelí. Si lo logra, el siglo XXI será el de ellos; si no, seguiremos en el desequilibrio peligroso que hoy vivimos. Como lo escribió Antonio Machado: “El miedo a Oriente es miedo a dormir…o a despertar”.