La estruendosa victoria del republicano Donald Trump para un nuevo período presidencial en Estados Unidos genera todo tipo de conjeturas sobre cómo será su gobierno en asuntos tan agudos como la dirección de la economía norteamericana, el manejo de las guerras internacionales, su relación con los países de nuestro continente, entre otros muchos tópicos difíciles de analizar.
Se han dado suficientes explicaciones sobre las causas de su triunfo electoral, razón por la cual no me detengo en algo ya bastante dilucidado. En cambio, me atrevo a incursionar en el fascinante mundo de las hipótesis, sobre las cuales se puede especular con libertad porque es un terreno incierto en el que caben muchas ideas.
Recurriendo a las propuestas del elegido presidente, lo primero es suponer que preparará una acción contundente contra los inmigrantes ilegales bajo la consideración de que con ellos llegan individuos indeseables, y miles de personas sin empleo en busca de una protección a costa del bienestar de los habitantes del país. Esto requerirá unas leyes pertinentes y unas inversiones cuantiosas para implantar el mecanismo de expulsión.
¿Cómo logrará desactivar la guerra ruso – ucraniana tratándose de una disputa entre países que han tenido una relación milenaria, y en la que están en juego intereses que no son fáciles de comprender desde afuera? Considero que el meollo del actual problema es la intención del presidente ucraniano de incorporar a su país a la OTAN que Rusia considera como una amenaza manifiesta. El señor Trump no es partidario de que Estados Unidos siga financiando el obsoleto Tratado de la Guerra Fría, y supongo que pedirá a Ucrania desistir de su propósito.
Dos disputas territoriales tienen que definirse para llegar a un armisticio: La primera y más importante es la península de Crimea que ha estado en conflicto por largo tiempo, y que tiene una fundamental connotación: Es la única salida al Mediterráneo del Mar Negro donde se fondea la flota naval rusa. Ya Rusia tomó posesión de la península y debería buscarse un acuerdo para su utilización por los dos países.
La región ucraniana de Dombás, -en Español- en la frontera con Rusia, también ha sido objeto de disputa y en ella ha habido manifestaciones por rusas por habitantes de esa nacionalidad allí asentador. Tendría que buscarse también una solución a su delimitación para poder darle fin a la guerra. En esos asuntos la ayuda del Presidente Trump puede ser determinante.
En cuanto al conflicto israelí, el asunto es más complejo por la influencia que tiene en Estados Unidos la comunidad judía. Pero, igualmente, por esa vía se pueden buscar acuerdos razonables para un cese al fuego.
Lo que toca a nuestros países y, particularmente a Colombia, es difícil pronosticar cuál será la actitud del nuevo gobierno Trump. La designación del Secretario de Estado Marco Rubio indica que allí quiere a un individuo que conoce ampliamente la región, y que las decisiones que adopte no serán como las del gobierno Biden ingenuas y vacilantes. Lamentablemente, la relación colombo-estadounidense volverá a centrarse en el problema de las drogas por la magnitud de las áreas sembradas de coca y el tráfico de estupefacientes. No obstante, creo que el nuevo gobierno se ocupará inicialmente de los otros asuntos mencionados arriba, que son cruciales para orientar sus planes de gobierno. Habrá que esperar nuestro turno.
ramireperez2000@yahoo.com.mx
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