El sábado 25 de enero, en uno de los barrios de nuestra ciudad, fue asesinado un conductor de taxi, en la modalidad de atraco, delito cometido presuntamente por individuos de nacionalidad extranjera.
El asunto cobra especial importancia, habida cuenta que no es el primer caso que se presenta, sino en toda la ciudad, con el agravante que primero asesinan a su víctima y después hurtan el dinero producido y sus pertenencias.
Lo grave del asunto, es que al parecer se tienen pistas de los criminales, aunque aún no hay nada concreto por parte de las autoridades.
Sin convertirme en el defensor de la actual administración, es imposible erradicar un flagelo en un mes, del cual se tiene poca o nula información y al respecto, opino que la tarea de la autoridad migratoria es relativamente intangible puesto que absolutamente nadie sabe, cuántos hermanos se encuentran en el Área Metropolitana de Cúcuta y mucho menos en resto del país.
También, que los lánguidos operativos de la Policía Nacional, están orientados principalmente al requerimiento documental a los conductores de vehículos venezolanos, sin percatarse que por el mismo sitio, transitan automotores de servicio público, cuyos pasajeros en repetidas oportunidades se encuentran armados y dispuestos a matar.
Escuché una declaración radial de un experto al volante, en la cual lamentaba que muchas veces hacía cambio de luces a los retenes, para lograr su atención y los uniformados interpretaban la alarma como un saludo.
Al respecto, es necesario que los conductores de taxi, servicio público indispensable, entiendan que es prohibido oscurecer los vidrios, puesto que está prohibido según el parágrafo del artículo 9 de la Ley 769 de 2002 y por lo tanto, al violar la norma, se vuelven automáticamente en blanco perfecto de los delincuentes, imposibilitando en algún momento, ser auxiliado por la autoridad o sus compañeros.
En cuanto a nuestra querida institución, debe afinar la estrategia de inteligencia, mediante la utilización de taxis conducidos por personal de civil, con los vidrios totalmente oscurecidos, de tal manera que logren la atracción de los desadaptados extranjeros, que por muchos años no conocieron la palabra trabajar en su país, y ahora con armas blancas o de fuego, deciden poner fin a la existencia de una persona luego de robarla.
Presento mis sentidas condolencias y solidaridad a las familias que hoy lloran sus seres queridos, que con un afán responsable de llevar el sustento diario a sus familias, fueron cobardemente asesinados, motivo por el cual, la autoridad tiene por obligación Constitucional, defender a los ciudadanos de bien y en lugar de presentar cifras de lo que ellos consideran éxito, diseñen agresivos planes de seguridad y control, ausentes a la fecha.