Lidiar contra la discriminación ha sido una tarea histórica de quienes tomaron la responsabilidad de luchar contra esa oprobiosa actitud que algunos en forma individual o colectiva tuvieron contra otro grupo de congéneres. La mayor de todas ha sido la segregación racial que tuvo como núcleos a Estados Unidos y Sudáfrica, en ambas por fortuna la lucha de los líderes de las comunidades negras lograron el reconocimiento para sus defendidos como miembros de la sociedad con igualdad de derechos, pero muchas fueron las batallas que tuvieron que librar.
La libertad de raza, credo, oficio y pensamiento político es reconocida hoy por la mayor parte de los Estados. Nuestra constitución es igualitaria y así lo consigna el artículo 13: Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica.
Es por esto que cada vez que surge alguna forma de atropello a la libertad de las personas por algún sector de la población, el resto de los ciudadanos estamos en la obligación de salir a defenderla y rechazar todo tipo de discriminación. Esto es lo que dicta el sentido común para que exista la convivencia sana, la cual debemos disfrutar todos por igual.
En la crisis sanitaria que vive el mundo y Colombia no es ajena a ella, lo que se requiere para salir adelante son la solidaridad y el liderazgo. Pero, registramos con indignación que la primera de estas condiciones está siendo desalojada y dando paso al rechazo de un grupo de personas que en la situación actual son muy necesarias para salir adelante, desde la prevención hasta la curación de los casos más severos y dramáticos. Las historias de agresión a médicos y demás miembros del equipo de salud en los medios de transporte, en los expendios de alimentos o en su sitio de residencia, por considerarlos un riesgo para los demás porque han estado en contacto con los enfermos.
El rechazo a este tipo de conductas debe ser total y contundente. Ningún otro grupo de personas está enfrentando de forma más directa esta contingencia que los médicos y quienes con él conforman el equipo de salud en clínicas y hospitales con el riesgo alto de contraer la enfermedad y asumir las consecuencias en el plano personal. Sin el equipo de salud no se puede enfrentar esta pandemia, es indispensable e irremplazable.
Los ciudadanos conscientes deben estar atentos para contener estas manifestaciones y el Estado también está en la obligación de garantizar el libre el ejercicio de esta digna profesión, bien sea médico, enfermera, laboratorista o auxiliar en cualquier tarea en los hospitales y clínicas. El mismo artículo 13 de la constitución así lo consagra: El Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y adoptará medidas en favor de grupos discriminados o marginados.
No es posible que hayamos pasado de los aplausos y el reconocimiento por su labor, al rechazo y marginamiento de quienes están dando lo mejor en beneficio de toda la ciudadanía.
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