Definitivamente la gente del Eln sigue en las mismas. Cree en forma equivocada que a través de la violencia y el terrorismo va a lograr un posicionamiento de fuerza para una nueva negociación con el estado.
Aplican las recetas de hace 20 años para un país totalmente distinto, que hoy rechaza de manera unánime el secuestro, el homicidio y los atentados contra la población.
Con su demente actitud legitiman el discurso y la acción de aquellos que consideran que sólo el aniquilamiento militar de esta guerrilla conducirá al país a La Paz.
Debilitan en forma grave la opción del diálogo político como única salida sensata al conflicto armado que aún se vive en determinadas regiones de Colombia.
Pareciera que el tiempo no pasa para ellos, se quedaron en un país que ya no existe porque nos cansamos de tanta violencia y abusos contra los derechos humanos.
• Hace dos semanas el grupo de colombianos de todos los matices políticos y actividades profesionales que conformamos desde febrero para defender La Paz con las Farc y evitar el regreso a la guerra, denominado DEFENDAMOS LA PAZ, dirigió una carta al comando central del Eln en la que solicitamos que hicieran gestos unilaterales de paz a los colombianos y no solo palabras o comunicados.
Hechos que demostraran una real voluntad de paz en la que hoy los colombianos no creemos.
Tiene razón el gobierno Duque cuando exige de esa guerrilla la liberación de los secuestrados y la renuncia a la práctica de ese atroz delito, porque gracias al acuerdo con las Farc y su cumplimiento, los colombianos ya dejamos de acostumbrarnos, como antes, a las barbaridades de la guerra.
Esa realidad, ese cambio en la sociedad, es el que no entienden los señores del Eln y el que curiosamente, en algunas ocasiones, pareciera no entender tampoco el propio gobierno nacional que insiste el aplicar a los problemas de hoy recetas de comienzos de este siglo.
Colombia cambió para bien a pesar de que subsisten las dificultades. Hoy somos una sociedad más moderna, participativa, pacífica y tolerante.
Nos falta trabajar mucho para que sea más equitativa y solidaria. Y ese cambio se explica en buena parte por el acuerdo de paz que permitió que las Farc desaparecieran como movimiento armado y se transformaran en partido político.
También por una mayor participación, especialmente de los jóvenes, y el empoderamiento de una ciudadanía a través de las redes sociales que entiende que sus decisiones y su voto cuentan y deciden sobre el futuro del país.
La respuesta del Eln a nuestra carta fue el anuncio de un cese unilateral al fuego por la Semana Santa. En su momento calificamos como insuficiente esa decisión del COCE e insistimos en una reflexión profunda en estos días santos sobre la necesidad de producir gestos unilaterales de mayor calado para salvar vidas humanas y recuperar la tranquilidad en zonas que como Nariño, Chocó, Cauca o el Norte de Santander viven el horror de la guerra por cuenta de las acciones violentas de este grupo. Y desafortunadamente el balance del “ cese unilateral” estos días para nuestra región es el del nuevo atentado contra el oleoducto, que de manera salvaje y bárbara contaminó y envenenó de nuevo el Catatumbo y dejó a toda la población de Tibú sin agua potable. Además produjeron un daño irreparable a ese paraíso natural de Pozo Azul, tan querido por todos los habitantes de esa adolorida región.
Un verdadero desastre ecológico y atentado contra los derechos humanos cometen estos salvajes, que de esta manera logran que aumente el rechazo de la población civil en sus áreas de influencia.
La respuesta entonces a quienes defendemos la opción de la salida negociada es un portazo en las narices y la actitud arrogante y violenta contra el ciudadano del común. Es difícil entender qué pasa al interior de esta guerrilla que anuncian unas cosas y hacen otras totalmente distintas. Pareciera que es cierto que no hay unidad de mando, que su federalización es una realidad y que en cada frente de guerra que mantienen en el país se adoptan decisiones de manera independiente y autónoma. O es eso lo que sucede al interior del Eln, o nos creen pendejos y piensan que pueden seguir con su retórica de paz y defensa del medio ambiente, mientras al mismo tiempo persisten en su cruda y violenta acción contra la vida y la naturaleza. Siguen en las mismas y no están listos para tomar la decisión de abandonar la violencia.