Me sigue impresionando cómo hechos aparentemente sin relación, terminan teniendo un claro hilo conductor imposible de predecir.
Ese es el caso de la captura de Alex Saab, el testaferro colombiano de Maduro y el asesinato del líder conservador Álvaro Gómez Hurtado; el hilo conductor es la izquierdista Piedad Córdoba. La captura de Saab y la consecuente solicitud de extradición de Estados Unidos, la cual es muy probable, hace prever un gran ventilador que con toda seguridad desenmascarará la relación del régimen venezolano con nuestros “progresistas”. Y entre ellos, claro, estará la señora Córdoba, relacionada como miembro de las farc en los computadores de Raúl Reyes, que no fue posible judicializar por la acción pronta y eficaz de la izquierda jurídica, quien nunca aceptó investigar una farc-política, como fue tan eficiente con la parapolítica. Pero además los vínculos de la señora Córdoba con el régimen venezolano no era oculta, sino públicamente conocida. Y por ese conocimiento, varias empresas colombianas con negocios en Venezuela la “contrataban” para cobrar la cartera, pagando la “comisión” correspondiente, que según los empresar
ios ésta señora decía se requerían para “mover” las cuentas. También de sus vínculos con la empresa de capital venezolano Monómeros Colombo-Venezolanos, a la cual se acusó de “aceitar” la campaña presidencial de Petro, y en general, que era el vehículo por el que se movían recursos para “diversos” objetivos, entre ellos los de la señora Córdoba. También se dijo que “negociaba” la “liberación” de secuestrados según necesidades políticas. ¿Cómo será cuando hable Saab?
Pues al parecer, lo mencionado sólo sería la punta del iceberg, pues la captura de Saab llevó inmediatamente a Piedad Córdoba a negar cualquier relación con Saab y a “retirarse” de la política. Pero eso sólo le daba una solución temporal, pues si lo que diga Saab la vincula penalmente en Colombia o Estados Unidos, eso no la salvará. Cómo ella no aceptó ser de las farc en el acuerdo con Santos, ahora no tiene una “jurisdicción especial” que la cubra con su largo manto, incluyendo el de la no extradición. Pero si ella sabía de un crimen “político” que no había denunciado, debería ser llamada a testificar, y la podrían “vincular” en la jurisdicción especial. Y voilá, empezó a mandar por las redes mensajes que ella sabía quién había matado a Álvaro Gómez. Pues bien, ella se “destapó”: fueron las farc. Y claro, las farc inmediatamente, después de 25 años y dos procesos de “paz”, donde nada se dijo, salieron a adjudicarse el crimen. Y ante la general incredulidad, Timochenko salió a decir que no se buscara el ahoga
do río arriba; él cree que el país le cree como lo hace la JEP. La JEP ya recibió la autoincriminación, y todo hace pensar que la versión será aceptada, y el crimen se cubrirá con la larga sombra de la impunidad. ¿Por qué pensar que la JEP aceptará esta versión y que vinculará a Córdoba? Porque como dice un libro, por sus hechos los reconocerán; el padre de Roux ya dijo que les creía y el presidente de la Corte Suprema liberó a Santrich porque confiaba en ellos, lo cual muestra que el andamiaje surgido de los acuerdos con Santos se basará en la creencia que las farc son “creíbles”, sin necesidad de pruebas, como lo exigen los entes que regentan. Las farc han negado crímenes de los cuales se tienen pruebas y no ha pasado nada en la JEP, lo que hace pensar que sí validarán los crímenes que no cometieron y que salva a uno de los suyos.
Cuando de niños jugábamos, y por alguna razón, usualmente porque íbamos a perder, gritábamos ¡tacho!, de esa manera nos salvábamos. La JEP es hoy el tacho de la extrema izquierda, y eso lo saben los “políticos” de izquierda. Las fuerzas militares y de seguridad del estado jamás, en este régimen post-“paz”, tendrán derecho a ningún tacho. ¿Cuánto tiempo seguiremos así?