Salvo los de siempre, Piedad Córdoba, Cepeda y las Farc, los colombianos andamos unidos en la indignación contra el déspota payaso de Maduro. Contra las brutalidades que comete contra nuestros compatriotas; por su lenguaje soez e insultante contra Colombia; por el histrionismo con que quiere hacernos responsables de sus disparates, sus excesos, sus robos, sus torpezas.
Ha logrado este salvaje, que para nada representa al Bravo Pueblo de Venezuela, lo que en mucho tiempo nadie había logrado: ponernos de acuerdo en alguna cosa.
La unidad en la santa ira que el payaso de Miraflores nos produce y el sentimiento de solidaridad con el dolor de nuestros hermanos golpeados, torturados, despojados, humillados, no son bastantes para impedirnos examinar la oportunidad y el acierto con que el Presidente Don Juanpa ha obrado en este caso. Y no vacilamos en sostener que obró tarde y que obró mal.
La reacción contra Maduro debió ser inmediata a ese primer estúpido discurso en el que sostuvo la tesis de que los colombianos en Venezuela eran la rémora de su desarrollo, la carga que el país tuvo que soportar mal de su grado, el gran pasivo de su Historia reciente. Pero Santos calló, por el miedo que Maduro le inspira y porque no fue capaz de medir el horror que en la humanidad suscitarían estos desafueros.
“Quod natura non dat, Salmantica non prestat”. Tal vea así, en clásico latían, no suene tan mal lo que decimos. Juanpa no pasará a la Historia por su talento. Pero si fuera buena persona, si amara esta Patria, si tuviera sensibilidad para captar el dolor de la gente, no habría vacilado en reaccionar inmediatamente, es decir, a tiempo.
Pero dejó que los acontecimientos lo arrollaran. Nada dijo, y lo peor, nada hizo cuando los esbirros del tirano comenzaron a golpear a las mujeres y a los niños, a sacar las familias de sus casas, a robárseles cuanto tenían de valor y a lanzarlos por el río hacia un destino incierto y doloroso. Nada.
Tuvo que aparecer Álvaro Uribe para señalarle el camino y para increparlo por su abandono y su cobardía. Y tuvo que darse cuenta, muy tarde, de que la causa era la de todos los colombianos y que se había quedado solo, infinitamente solo.
Pero si actuó tarde, también lo hizo mal. Acudir a ese engendro de UNASUR, que no nació sino por el resentimiento y el odio del Foro de Sao Paulo contra los Estados Unidos, y cuyo Secretario no tiene visa para este país por lo que harto sabemos, fue la peor elección que pudo hacerse.
Eso fue meter a Colombia en el corral de los enemigos, donde.