Recogí en el “aeropuerto” Camilo Daza a unos amigos que venían de Canadá en el último vuelo de la noche, y me tocó observar con, vergüenza, como miraban la gente botada en los pisos en espera de vuelos futuros.
Además de la espantosa imagen de un edificio lleno de “muros” en drywall, de unos ventiladores decimonónicos y ruidosos, de un parqueadero que hace tiquetes a mano, pude comprobar el “manejo” administrativo del edificio. Las bancas de sillas están en el segundo piso, que cierran en la noche, debiendo la gente del primer piso estar en el piso. “Es una orden”, dijo tajantemente un vigilante, con ese tonito que tienen las personas que se consideran con poder, así sea chiquitico.
Pregunté cuál era el cronograma de ese adefesio que llaman aeropuerto, y me dijeron que van de “prorroga en prorroga”, manteniendo un terminal aéreo vergonzoso. Es grotesco ver como una obra esencial para una ciudad, se maneja según las “necesidades” del contratista, que llenó el aeropuerto de imágenes de lo que se supone sea el diseño de un aeropuerto moderno, pero que avanza a pasos de prorrogas, auspiciadas por el ente de vigilancia, la Aeronáutica Civil, que no cuenta con una oficina en el aeropuerto, sino con un pendón que parece el anuncio de un champú.
Me cuesta trabajo entender por qué los cucuteños nos dejamos maltratar de esa forma desde el Gobierno Nacional, con obras permanentemente inconclusas o propuestas absurdas. Esa famosa bravura cucuteña, se convirtió en una pasividad lastimosa, mientas vemos cómo nos convierten en una ciudad cada vez menos importante y a la que se le puede hacer de todo impunemente.
Pero todos tranquilos, de pronto nos nombran un viceministro cucuteño y quedamos todos felices. Y además lo condecoramos, por su nombramiento, con medallas de la Alcaldía, la Gobernación, el Concejo y la Asamblea, con los agradecimientos al Gobierno Nacional por habernos tenido en cuenta.
Nuestra relación con el Gobierno Nacional, que siempre ha pasado por nuestros parlamentarios, más interesados en lograr sus objetivos, y visitas frecuentes a la insoportable burocracia nacional, ha venido poco a poco convirtiéndose en un espectáculo de humillación, verdaderamente lamentable. Como los cucuteños no podemos asociarnos para nada, por esa individualidad que muchos ven como cualidad, el Gobierno Nacional nos cocina lentamente como a las langostas. Y en gran parte es nuestra culpa, pues nunca hemos podido hacer nada para definir nuestro desarrollo, financiarlo y defenderlo.
Definitivamente, estamos condenados a “sobrevivir”, por falta de carácter. Y cuando vaya al aeropuerto con algún extranjero, súbalo rápido a las salas, para que no se espante, mientras las obras se prorrogan y prorrogan casi indefinidamente, y continuamos con un adefesio de aeropuerto, propio de ciudades “chiquitas” y no importantes. Vendrán nuevas promesas y más diseños en imágenes, como la doble calzada a Pamplona, y a los cucuteños se nos pedirá paciencia, mientras las obras se hacen a ritmo de prórroga, sin que nadie moleste a los contratistas ni mucho menos a los burócratas que las aprueban. Y los contratistas del aeropuerto pueden ahorrarse también las bancas de sillas, para que la obra les salga más barata. Nadie se va a quejar.