El siguiente fin de semana se elegirá una nueva reina de belleza en Colombia, pero son pocos los que están esterados de este evento que durante muchos años fue manejado de manera hegemónica por unos pocos, suscitó el interés de todo un país y reunía la familia en torno de los desfiles y la coronación final a la par que los medios de comunicación le daban un gran despliegue e incluían supuestas expertas en el tema de la belleza femenina, quienes con sus comentarios fuera de tono descalificaban a las candidatas.
Por fortuna hoy poco de todo aquello sobrevive.
Ese certamen que supuestamente premiaba a la mujer y elegía a la más bella del país para que nos representara en el reinado universal de la belleza, cada año avanza hacia su final porque ha perdido su importancia y reconocimiento.
Desde hace rato hemos manifestado nuestro rechazo a esas supuestas manifestaciones de la exaltación de la belleza femenina y que por el contrario las pone en una especie de vitrina de exhibición para el deleite de la galería que con un repetido morbo asistía al evento en vivo y en directo o lo seguía a través de la televisión que le daba un amplio despliegue.
Cómo olvidar aquellos momentos de confusión para las participantes cuando eran sometidas a un cuestionario que supuestamente resalta la capacidad intelectual de las reinas y por contrario las ponía en ridículo con sus desatinadas respuestas.
En nuestro caso tal vez no habrá más representación del departamento y delegación oficial que en otras épocas incluía al gobernador en persona y todos los miembros de ese séquito real gozaban de lo lindo en la heroica y la cuenta la pagábamos nosotros quienes tributamos.
Es posible que haya una reina departamental, pero en este caso también ha perdido importancia porque no se sabe quién es, qué hace y cómo es.
Las reinas por tanto están en un segundo plano de importancia regional y local.
Así pues, en poco tiempo no habrá más actividades de este estilo que van en detrimento de la mujer y su dignidad a la par que ha sido puestos en tela de juicio.
Ese concurso se extinguió de forma espontánea, se ha caído por su propio peso y paulatinamente perdió interés, atención de los espectadores, los patrocinadores ya no invierten y no le asignan presupuestos publicitarios.
Para las feministas este puede ser un punto a favor, pero no ha sido su triunfo sino el de una sociedad que está priorizando sus expectativas y trivializa menos comparado con otras épocas.